jueves, 16 de febrero de 2012

LOS NUEVOS TIEMPOS




Vivimos tiempos difíciles. No hace falta que recordemos todos los detalles aquí. Sin embargo, también vivimos tiempos contradictorios. Por ejemplo las cifras de cristianos descienden y sin embargo los que quedan son cada vez más auténticos.

En los últimos tiempos de la historia se han producido tres cambios que han alterado completamente la percepción de lo que somos. Y hoy creemos estar ante un cuarto cambio. Creemos que conocemos nuestro entorno, que podemos proyectar el futuro de la misma manera que hemos aprendido del pasado. Nos equivocamos. Miramos a nuestro alrededor y vemos cómo el mundo tampoco es el mismo. Todo cambia cada segundo. Y nos asustamos, porque nos dan miedo los cambios.

Veamos estos cambios:

El primero de ellos, en 1536: Copérnico nos dijo que no somos el centro del universo, que la Tierra gira en torno al Sol. Esta pérdida de protagonismo nos hizo pensar que no somos tan importantes como creíamos, que formamos parte de algo más grande y que debemos manejar muchas más variables de las que creíamos para comprender en dónde estamos realmente.

El segundo de ellos, en 1859: Darwin nos dijo que descendemos del mono. Comprendimos de golpe que las cosas que parecen eternas realmente sufren pequeños cambios poco a poco y que, con el paso del tiempo, dan lugar a cosas completamente distintas.

El tercero de ellos, en 1900: Freud nos dijo que nuestro yo consciente no es el que siempre toma las decisiones. Aprendimos a mirar de una manera más abierta a las experiencias, a los sentimientos, a las emociones que el mundo nos ofrece. Aprendimos a conocernos mejor a nosotros mismos.

Y ahora, en el comienzo de este siglo XXI, estamos viviendo un nuevo cambio: “no controlamos los sistemas que hemos creado, por ejemplo los financieros”. En la Iglesia, algunos de los sistemas que se habían creado para llevar a cabo la evangelización hoy no nos valen. ¿De qué nos sorprendemos?

Debemos innovar, pensar cada día que nuestro mensaje es algo único, genuino, pero que Dios lo ha podido introducir en corazones de personas que no son cristianas. Como Copérnico, ser conscientes de que hay otros mensajes que quizá sean también importantes y de los que debemos aprender. Como Darwin, dar más importancia al largo plazo, evolucionar mirando más allá de los 10 o 20 años próximos, porque la semilla que plantemos evolucionará cuando Dios quiera. Como Freud, pensar en las necesidades reales de nuestros mundo hoy, recuperar en nuestro lenguaje la pasión por lo que hacemos, dejar de ser cristianos aburridos. Y por último, debemos estudiar mejor nuestras maneras de hacer, adaptarnos a este tiempo actual, mirar sin miedo a la tecnología, a la ciencia y a las posibilidades que nos ofrecen porque van a ser nuestros mejores aliados para transmitir al mundo nuestro mensaje de amor.

Huellas

2 comentarios:

  1. No cabe duda de que estamos en la era de la innovación. No nos podemos cerrar ni anclar en el pasado. Lo que antes valía ahora se cuestiona y los cristianos debemos estar abiertos y evolucionar pero sin aspavientos ni ningún tipo de miedo teniendo el amor como referente.

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  2. Ciertamente la vida es evolutiva. ¿Qué cambios nos esperan? No somos capaces de vislumbrarlos. Esta crisis tan salvaje dejará huella inmedita. En nuestro país el 50 % de los jóvenes menores de 25 años están en el paro. Esto es traumático. ¿Qué puede esperar alguien en esa sirtuación d ela vida? Y, sin embargo los bienes han de llegar para todos. ¿Quienn los acumula?
    Vaya por donde vaya la evolución hay un camino seguro siempre: es el de acercarse a los demás y estar a su lado. Para lo que sea necesario en cada momento. Así el acierto será pleno.
    Se dice que cada vez hay menos cristiano, pero más auténticos. ¡¡Que bien!!

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