martes, 28 de febrero de 2012

CORAZON DE MADRE





Al comienzo de la cuaresma asistí a una eucaristía donde el sacerdote celebrante en una homilía, preparada, (lo destaco, porque por desgracia muchas veces no ocurre así), nos proponía para la cuaresma como programa el tener un “corazón de madre para los demás y un corazón de juez para uno mismo”.

Me llamó la atención la propuesta. No me dejó indiferente. No me gustó cuando la oí. Quisiera comentarla. Sé que el sacerdote quería insistir en el sacrificio. La cuaresma es tiempo de ayuno y de oración. Quería buscar, sin duda, la generosidad de los cristianos hacia los demás.

Pero, no me parece afortuna ni la propuesta ni la forma de proponerla. Vivimos tiempos donde la práctica religiosa se está cayendo. En esa misa todos éramos personas maduras. De 50 años para abajo, se contaban con los dedos de una mano. He de suponer que cuando alguien habla ha de tener en cuenta el auditorio a quien se dirige. El tipo de personas que allí estuvimos no es distinto al que se ve en la mayor parte de las iglesias. Aunque he de reconocer que, seguramente, no en todas.

Lo cierto es que nos proponía un “corazón de madre” para los demás. Estoy de acuerdo. Tenemos que ser cercanos, agradables, comprensibles, cariñosos, hermanos con los demás. El corazón de madre lo refleja muy bien.

Mi discrepancia es cuando nos propuso un “corazón de juez” para con nosotros. No me gusta. Creo que el primer paso para que una persona sea feliz es quererse a sí misma, valorarse, sentirse llena de potencialidades. ¿Cómo vamos a querer a los demás si no es así? Un juez es una persona justa, pero hierática, rigurosa, alejada, aplicadora de la norma, dura. No me gusta la comparación. Aunque admito que el juez es una persona justa. Me gusta más quererme con “corazón de madre”. Somos amor. Y nosotros, cada uno de nosotros nos tenemos que querer. Es imprescindible para valorarse. ¿Qué autoestima va a tener una persona con corazón de juez? ¿Cómo actuará una persona sin autoestima?

Admito que el sacerdote lo transmitía con la mejor intención. Pero, no es suficiente. Salí contrariado. Por eso lo escribo. Prefiero para mí y para cada uno un corazón de madre. Desde ahí el amor a los demás será posible. Es más, sólo desde ahí será posible la asertividad.

H y MN

1 comentario:

  1. Estamos de acuerdo con vuestro comentario. Sólo el que sabe amarse a sí mismo es capaz de dar amor a los demás. Posiblemente el sacerdote quería decir que no juzguemos a los demás con dureza sino a nosotros mismos. Pero en nuestro interior ya nos juzgamos demasiado como para querer ser jueces. Si Dios que es amor prefiere no juzgar sino amar, ¿por qué no nosotros? Que nunca la norma se anteponga al amor.

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