domingo, 27 de marzo de 2011

DAME DE BEBER

Piscinas probáticas en Jerusalén
Del Evangelio de este domingo, 3º de cuaresma, jUAN 4, 5-42, me quedo con dos frases:

Jesús, dirigiéndose a la samaritana, le dijo: Dame de beber

Y a la conclusión del relato evangélico dicen los samaritanos:

“Ya no creemos en él por lo que tú nos dijiste, sino porque nosotros mismos le hemos oído y estamos convencidos de que él es verdaderamente el Salvador del mundo”

A mí este Evangelio me invita al compromiso. Quien pide de beber es Jesús. Y Jesús es hoy para mí el que me necesita, el que pasa por mi vida, el que está en mi ciudad o en mi barrio, el que me mira por la calle, el que me pide algo, el que simplemente está en algún sitio esperando que le mire o le pregunte, el que quiere que le escuche… Todos esos, con caras concretas, en situaciones difíciles son para mí Jesús. Esos, personas con nombres concretos, son los que me dicen: “dame de beber”.

No quiero escurrir el bulto. Ni quiero mirar para otro lado. Pero necesito fuerzas. Por eso quiero escucharte, Jesús. Quiero estar a solas contigo. Es así como me alimento para dar luego de beber.

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