viernes, 19 de noviembre de 2010

AL OTOÑO QUE HA VENIDO

Casi de golpe se me ha metido el otoño entre las costillas y en mis ojos se ha posado una melancolía gris y opaca. Es como si la tristeza se hubiera posado en los ojos y en ellos hubiera formado un nido bien trenzado.

En todos los cambios de estación me ocurre lo mismo. Me cuesta disfrutar de esos colores ocres, de esos amarillos encendidos, de esas tardes de lluvia intermitente y apagadas.

Me cuesta aceptar que el día tiene luz y oscuridad, despertar y muerte, comienzo y final.

Me permito sentir mi pena y mi abatimiento, no para que ella se apodere de mi y gobierne mi historia, sino para entre y salga, para que empiece y termine.

Me permito decir que estoy triste y que un ejécito de muertos me rodean en mis pesares.

Me permito llorar y sacar el agua estancada de mi verano de ayer, de mis lutos de hoy.

Y al permitir que aflore en mi esa parte más fea y más incomoda, el otoño se me hace más amable y sus colores más bellos.

1 comentario: