Desierto de Judea. Monaterio San Jorge Kociba |
“Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó…” La distancia que separa a estas dos ciudades se estima en 30/35 kms. y nos dicen que, por aquel entonces, su andadura era por un camino tortuoso, abrupto, difícil. También sabemos que, además, hay una gran diferencia de altura: 800 ms. Jerusalén y – 430, Jericó; lo que también dificultaba su recorrido y, a mayores, el caminar por el desierto de Judea le hacía propicio para la emboscada y la impunidad.
Ya estamos situándonos en la realidad geográfica del camino de unión entre estas dos ciudades. A la vista también del pequeño gráfico que aporté con el escrito de presentación, comprenderemos mejor el escenario donde Jesús sitúa a los actores de su Parábola. Parece muy probable que Jesús conocía muy bien este trayecto, ya que en Jericó realizó varias acciones de su vida.
“Un hombre bajaba…” y “un sacerdote bajaba por aquel camino…” El sacerdote lo era de aquel tiempo, de aquella cultura social y religiosa, y de aquel lugar. Poco o nada que ver con lo que vivimos hoy aquí. Los dos “bajaban” y si coincidieron fue por la desgracia sufrida por el primero. ¿Llama hoy nuestra atención la actitud del sacerdote ante el desamparo total en que se encontraba el “medio muerto”, teniendo en cuenta la realidad del paisaje y el camino? o ¿había otras realidades?
Yo creo que, sin mucho esfuerzo, nos podemos situar en esta sociedad nuestra; en nuestro tiempo y en nuestro caminar, y tendremos delante de nosotros un horizonte “complicado”: como el de entonces. Diariamente nos encontramos con un sin fin de realidades que nos condicionan el caminar hacia el indigente y nos presionan para dar el rodeo y no afrontar -como antaño- la realidad concreta, sea cual sea la dura existencia del pobre; que ahora nosotros, además de prójimo, le decimos: “Hermano”. ¿Será que ese encuentro nos da miedo porque tenemos que poner por delante y a su servicio, nuestras capacidades y potencialidades? (Mt 25, 14-30 ) “tuve miedo” y ¿nosotros?
EL RUSTICO
Sin duda: hay encuentros que dan miedo. Da miedo encontarse por personas necesitadas tiradas pòr la calle, da miedo encontarse con personas desorientadas venidas de otros países, da miedo encontrase con personas que solo buscan su interés, da miedo encontrase con trabajadores que hacen lo mínimo, o con empresarios que apuran sus beneficios a costa de sus empleados...digo miedo...pero me parece a mí que da algo peor: indiferencia. ¡¡Basta ya!! Si somos cristianos no podemos ser miedosos a nte esas situaciones y menos indiferentes. Tenemos que implicarnos. Aunque cueste. Eso es lo que hizo el samaritano. Y todos estamos con él. Pongámoslo en práctica.
ResponderEliminarEsto es lo que me ha inspirado la reflexión del Rústico.