Convento de las Carvajalas. MM Benedictinas. León |
Domingo V de Pascua, Evangelio de Juan 15, 1-8:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo poda para que dé más fruto.
Vosotros estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí no podéis hacer nada.
Al que no permanece en mí, lo tiran fuera, como al sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.
Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseéis, y se realizará.
En este evangelio se desgrana una idea central: la unión de Jesús y los hombres. No vamos, uno y otros, distintos. Jesús es la esencia y nosotros participamos de esa esencia. En la medida en que nos separemos de ese centro nos desorientamos. Es como si Jesús fuese el perfume que nos hace olor bien. Si no nos echamos perfume, perdemos el olor. Y cuando dejamos de oler a Dios, ¿a qué olemos?
Permaneced en mí porque sin mí no podéis hacer nada. Más claro el agua. Confiar en Él es lo fundamental. Si falta eso, nos perdemos. Sin Él somos como niños abandonados, indefensos, perdidos. Si estamos con Él nuestro desarrollo será armónico. Si creemos en Él estamos en disposición de pedirle y Él nos lo concederá. Y esto es la vida. Y vivir así, es vivir feliz, es ser feliz. ¿Por qué nos empeñamos en amargar y amargarnos la existencia?
No nos separemos de Jesús. No busquemos a Jesús fuera de nosotros. Primero, busquémoslo en nosotros. Desde ahí lo encontraremos en los demás. Porque todos, esencialmente, somos iguales. Seres creados a imagen de Dios. Seres creados para amar.
A propósito de esto reproducimos un poema, que compartimos, de Bitoriano Gandiaga, franciscano vasco, fallecido en 2011.
FUI EN BUSCA DE LA PAZ
Muchas veces fui lejos
en busca de la paz,
fui en busca de la paz,
con la eterna esperanza
de que la paz que no tenía en mí
sí la había de hallar allí lejos.
Fui lejos en busca de la paz,
pero sin esperanza fundada;
la paz que no la tenía en mí
también allí estaba lejos
en su lejanía inaccesible.
Me quedé allí mismo
(nunca más me iría lejos)
mirando a mi interior,
y comencé a trabajar,
a colocar en su sitio
cada una de mis revueltas pasiones.
A medida que iba ordenando mi interior
comenzó a iluminárseme
el interior y el contorno.
A partir de entonces nunca más me iré lejos,
la paz no está lejos,
su fuente está en uno mismo
Desde aquí que no falte nuestra felicitación a todas las madres. A través de ellas se entiende muy bien esa relación estrecha, íntima y necesaria para el normal desarrollo del niño. ¡¡¡Hay, una madre!!!
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