Y seguimos con la crisis. Cuando vemos que todo va mal y que por mas que rezamos nada se arregla nos dan ganas de reírnos si alguien nos dice que creamos en la divina providencia. Nuestro sentido común nos dice que una cosa son las palabras y otras los hechos y que aquello de fijaros en “lirios del campo y los pájaros del cielo”, no cosechan y Dios les da lo que necesitan en la vida no nos vale, porque nosotros si no cosechamos no comemos. Y decimos: No creo en lo que dice el evangelio.
Pero quizá podamos ver más despacio lo que dice el evangelio. Quizá tengamos que pensar que la divina providencia somos cada uno de nosotros. Dios vive en nosotros y en cada uno nos pone lo que necesitamos para ayudar a los demás. Esto es más fácil de entender pero más difícil de cumplir, porque supone que hay que compartir con los que lo necesitan y ese es el gran desafío de ser cristiano.
Pero para compartir primero tengo que trabajar duro y así ganaré lo suficiente para tener para mi y para otros. Si todos hiciéramos algo parecido entonces entenderíamos que la divina providencia está actuando, porque la crisis empezaría a resolverse. Los bienes alcanzarían para todos.
Es verdad que no es fácil, lo sabemos por propia experiencia, pero por ello en este mes de María podemos decir: María ayúdanos a dar lo que los demás necesitan, a ser la divina providencia para los otros. Es un bonito camino a recorrer. Tiene zarzas, pero también flores y mucha belleza. Un abrazo
Huellas
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