jueves, 2 de diciembre de 2010

ORACIÓN, EN ADVIENTO

Brilla Señor como la nieve en la roca. Alpes franceses. Foto Andy

1. No te veo, Señor.

Mi mirada se estrella en el espejo

y no ve más allá de su reflejo

en tu tierno candor.

2. No te oigo Señor.

Ha nacido tu Verbo enmudecido

en la noche, en silencio ensordecido

por mi rancio sopor.

3. ¡Que te vea, Señor.!

¡Que no sea mi mente quien te inventa!

¡Que te intuya sin velos! ¡Que te sienta

a la luz del Amor!

4. ¡Que te oiga, Señor!.

¡Que armonice en tu paz mi tropelía!

Que transciendan mi torpe fantasía

tus susurros de Amor!
5. No mires, pues al Niño entre pajuelas

sin dejar penetrar tus entretelas

por su divinidad. (F. Fernández)

Proponemos una pequeña reflexión sobre estos versos como preparación en el Adviento:

1ª No te veo, Señor, mi mirada se estrella en el espejo y no ve más allá de su reflejo ... Quizá cuando nos miremos en Dios, no veamos nada más que nuestro propio reflejo, nuestras propias ideas, nuestra propia manera de entender cómo ha de ser el mundo. Quizá sea el momento de profundizar en nuestra mirada hacia los demás. Cristo está en todos: los que piensan como nosotros, los que piensan distinto, los creyentes y los que no lo son. Dios está en todos. ¿Lo vemos? (momento de silencio) Por eso: (todos juntos)

¡Que te vea, Señor.!

¡Que no sea mi mente quien te inventa!

¡Que te intuya sin velos!

¡Que te sienta a la luz del Amor!



2ª No te oigo Señor, ha nacido tu Verbo enmudecido en la noche, en silencio ensordecido ...

En este mundo en el que estamos metidos hay demasiados ruidos que nos ensordecen. O quizá sólo nos oímos a nosotros mismos. Este adviento puede ser una preparación para que nuestros oídos se apresten a escuchar lo que nos dicen los demás, porque Dios también nos habla a través de ellos. Escuchar al otro es recibir su propia interioridad, es acogerle como persona única e insustituible. Quizá para ello tenemos que ponernos en paz interiormente, eliminar los ruidos que nos pueden crear los odios, el egoísmo, la suficiencia, las voces del consumismo, de la separación por ideas, de las diferencias por el dinero, la cultura... Sólo el amor es capaz de hacer esto. (momento de silencio) Por eso: (todos juntos)

¡Que te oiga, Señor!.

¡Que armonice en tu Paz mi tropelía!

Que transciendan mi torpe fantasía

tus susurros de Amor!

Por todo ello proponemos terminar esta pequeña meditación dejando penetrar nuestras entretelas por su divinidad.

En este Adviento hemos de estar vigilantes, vivir con esperanza, con alegría y siendo conscientes de la presencia de la divinidad en cada persona con la que nos encontremos.

Para que Dios nos ayude a conseguir todo esto acudimos a su (nuestra) madre rezando juntos un Ave María:

Dios te salve María .......

Huellas



2 comentarios:

  1. ¿Por qué, ¡Oh Dios!, te haces tanto desear y con la misma fuerza te escondes, dejándonos temblorosos y a oscuras?.

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  2. Oh, Señor, que te veamos en las cosas sencillas de cada día y especialmente en cada persona. María

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