viernes, 28 de noviembre de 2014

¿POR QUE NO CAMBIAMOS?


Probablemente, todos conocemos a personas que, en un momento determinado, nos han sorprendido cambiando radicalmente su estilo de vida para orientarse por caminos de mayor autenticidad. Pero todos sabemos que no es lo habitual. Por lo general cambiamos poco. Somos los mismos a través de las distintas etapas de nuestra vida, con los mismos errores y defectos, con los mismos egoísmos y mezquindades de siempre. Los que nos decimos cristianos nos podríamos preguntar con sinceridad: ¿Nos transforma realmente la fe? ¿Nos va haciendo cambiar a lo largo de la vida? ¿Van cambiando en algo nuestros criterios, convicciones y modo de actuar? Tal vez hemos de reconocer que, si no fuera por unas “prácticas religiosas” que seguimos observando, no sería fácil identificarnos y distinguirnos de otras personas ajenas a la fe cristiana. Aunque son diversos los factores que nos pueden impedir cambiar y mejorar nuestra vida, es fácil señalar algunos de especial importancia. Por lo general, no creemos lo suficiente en nuestra propia transformación. El paso de los años nos puede hacer cada vez más escépticos. Nos conocemos ya demasiado para creer realmente nuestra vida pueda cambiar. Es nuestra primera equivocación. No ser conscientes de todas las posibilidades que se encierran en nosotros. Descansar diciendo “yo soy así” “ es mi temperamento” “no tengo fuerza de voluntad” para no reaccionar nunca a las llamadas que se nos hacen desde la vida. Otras veces, si cambiamos poco es porque realmente no deseamos cambiar. Nos contentamos con recomponer algunos aspectos de nuestro vivir diario para evitarnos mayores complicaciones y molestias, pero no nos atrevemos a plantearnos un cambio más profundo. Nos da miedo pensar en las consecuencias que se seguirían de tomar más en serio la vida y el evangelio. Por otra parte, ¿cuándo puede uno tomarse un tiempo para pensar en estas cosas? ¿ Cómo detenerse algún momento para encontrarse consigo mismo y con Dios, cuando hay tanto que hacer cada día? Entonces dedicamos tiempo a todo menos a aquello que es más importante. Otras veces no nos atrevemos a llamar las cosas por su nombre para hacernos las preguntas que están ya dentro de nosotros: “¿Por qué se está abriendo ese abismo entre mi espíritu y yo? ¿Soy yo el que siempre tiene razón, como lo aseguro? ¿No me estoy organizando la vida de una manera cada vez más individualista y superficial? ¿Por qué me he alejado en realidad de la misa dominical y de todo lo religioso?. Solo se es hombre haciéndose humano. Sólo se es cristiano haciéndonos cristianos cada día.




                                                                                                      JOSE  ANTONIO  PAGOLA

No hay comentarios:

Publicar un comentario