domingo, 20 de enero de 2013

DESPIERTA A JESÚS, VIVE PARA LOS DEMÁS

Interior de la Iglesia de Caná de Galilea

Domingo II Tiempo Ordinario

Evangelio de Juan 2, 1-11

En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea y la madre de Jesús estaba allí; Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.


Faltó el vino y la madre de Jesús le dijo:


― No les queda vino.


Jesús le contestó:


― Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora.


Su madre dijo a los sirvientes:


― Haced lo que él diga.


Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una.


Jesús les dijo:


― Llenad las tinajas de agua.


Y las llenaron hasta arriba.


Entonces les mandó:


― Sacad ahora, y llevádselo al mayordomo.


Ellos se lo llevaron.


El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, porque habían sacado el agua), y entonces llamó al novio y le dijo:


― Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor; tú en cambio has guardado el vino bueno hasta ahora.


Así, en Caná de Galilea, Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria y creció la fe de sus discípulos en él.


Después bajó a Cafarnaún con su madre y sus hermanos y sus discípulos, pero no se quedaron allí muchos días.

Son muchos los símbolos que hay en este evangelio, lo hemos leído muchas veces, sobre todo los matrimonios porque relata la boda de un matrimonio en Caná de Galilea.

Pero quiero quedarme y poner mi atención en dos datos.

Uno, la petición de la Virgen a Jesús: no tienen vino. Esta es la petición de cualquier ser humano sensible ante la necesidad de otra persona: está mal, le pasa algo, ayúdale. Es algo habitual, cuántas veces le pedimos a Dios que nos eche una mano, que haga algo por acabar con esa situación. Y, es posible, que en ese algo, algunas veces, han de intervenir mis propias manos. Porque no basta con decir Señor, Señor, es necesario implicarse. Aquí la Virgen se implicó.

Dos, la reacción de Jesús: y a ti qué, no es cosa tuya, no ha llegado mi hora. A pesar de ello, la Virgen se implica y confía y les dice a los sirvientes: haced lo que Él os diga. Porque ella sabe que Jesús no pasa de los problemas, se implica en ellos y aporta solución. Por eso insiste. Y esa solución no proviene ni de magia ni, en la mayor parte de los casos, de un milagro sino de la colaboración de las personas –la tuya y la mía también- que se ponen a disposición de Jesús. Sólo cuando con nuestras posibilidades el problema no lo podemos solucionar, podrá intervenir el milagro.

En conclusión, veo en este evangelio una forma de actuación para cualquier cristiano: dirígete a Jesús, cuanta con Él, no hacen falta grandes palabras, quizás solo contemplarlo dentro de cada uno. Y desde ahí la actuación vendrá por añadidura. Qué oportuno el año de fe. Imprescindible para echarse en manos de Jesús.

De esta forma, con independencia de lo anecdótico del relato y lo simbológico del mismo, proponemos ver el evangelio, en palabras de Enrique Martínez Lozano, como un libro de sabiduría que enseña a despertar y a vivir. Despertar a Jesús, vivir a los demás, añadimos nosotros. Especialmente para los más pobres y los migrantes, en este día que recordamos y oramos por todos los que tienen que marchar de sus países en busca de mejores oportunidades.


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