lunes, 16 de marzo de 2015

EL RINCON SOLITARIO DE LAS CARBAJALAS



Llegamos a nuestra cita a las 10 de la mañana -el monasterio de Nuestra Señora de Carbajal, de las MM. Benedictinas- para iniciar el retiro. Nos recibió, D. Teodomiro, a once personas de los equipos y otras cinco más y empezamos la andadura. Nos recordó lo oportuno de dejar el trajín diario para descansar.  Nos dijo cómo Jesús también les dice a discípulos: “Venid vosotros solos a un lugar solitario, para descansar un poco y hacer un chequeo a nuestra vida y ver el rostro de Dios todo amor y gratuidad, y escuchar y recibir  lo que nos quiera decir".

Empezó por hablarnos de cómo Dios nos sorprende siempre con su amor y eso podemos leerlo en tres libros: la creación, la huella de Dios, la historia y nuestra propia vida. Solamente hemos de tener abiertos los ojos y una cierta capacidad de sorpresa. Esa capacidad nos la da la humildad, hacernos como niños. Una vez descubierto el proyecto amoroso de Dios sobre nosotros,  o nos hacemos sordos a su llamada o nos ponemos en camino de conversión.

Convertíos y creed la Buena Nueva.-  El Señor nos invita constantemente a volver a El, a su amor. Nos llama, no a reformar nuestras costumbres, sino a cambiar de mentalidad. El hombre nuevo del que nos habla Pablo (Rom. 12- 1,2). En todo caso es Dios quien nos convierte, nosotros se lo pedimos y nos ponemos en camino y la conversión no es cosa de un día, es una conversión constante, progresiva, difícilmente llegará a ser plena porque somos pecadores. No olvidemos pedir perdón. Dios siempre nos perdona. Está siempre esperando a que le pidamos perdón, nos atrevemos a decir que mendiga nuestro perdón. Sólo tiene entrañas de misericordia. Sabemos que en amar y perdonar siempre nos lleva la delantera, nos “primerea” como le gusta decir al Papa Francisco. De ahí que siempre hemos de estar en actitud de conversión. Siempre trabajando para parecernos cada vez más a Cristo, hasta que podamos decir, como San Pablo, “mi vivir es Cristo”.

Una vez que hemos buscado a Cristo y lo hemos encontrado (Él nos ha ayudado), hemos de amarle, seguirle y anunciarle, es decir somos llamados a vivir una espiritualidad de discípulos misioneros. En la Evangelii Gaudium, que sirvió a D. Teodomiro para la exposición de este punto, se nos recuerda que no nos dejemos robar la alegría, la esperanza del amor fraterno. Somos enviados por Cristo para salir de nosotros mismos, de nuestra tierra. Hemos de salir a la periferia, es decir a encontrar a los que no tienen a nadie y nadie se ocupa de ellos. Hemos de practicar la escucha. En algunos casos no podremos hacer otra cosa.

En fin se nos dijeron tantas cosas y tan hermosas que habríamos necesitado más tiempo de descanso y contemplación.

El ambiente hermoso,  inigualable, como si nos hubiéramos conocido de siempre


J. Luis y Mili



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