¿De verdad no tiene la iglesia mejores comunicadores? Porque aquello de ir y proclamar una buena noticia parece de rabiosa actualidad y urgencia. Y resulta que cuando hay ocasión de hablar desde un ámbito público como es la televisión sale a la palestra un predicador que se marca un sermón con algunos puntos tan irritantes que se cargan todo lo demás que se quiera comunicar. El problema no es "irritar", que de vez en cuando el mismo Jesús metía el dedo en la llaga de sus interlocutores. El problema es la falta de sensibilidad, la generalización gruesa, la incapacidad para comprender lo complejo de algunas situaciones y la torpeza con que se da carnaza a los medios que así ya tienen munición para describir a la iglesia como una banda de retrógrados homófobos, por ejemplo. La gente espera con avidez una buena noticia. Profunda. Humana. Evangélica. Arraigada en el amor. Es verdad que los medios a menudo ocultan o exponen, seleccionan y hasta tergiversan la información, pero por eso mismo no vendría mal un poco de astucia, de esa que también se recomienda en la Escritura. Y dicho esto, probablemente como Iglesia tenemos que ser sensibles para buscar y compartir una palabra diferente, que no deje en la cuneta a muchas personas que viven situaciones que no han elegido y que son parte de la diversidad con que Dios nos ha creado.
Ender
Tomado de pastoralsj
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