Hoy jueves 8 de marzo, es el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
No es fácil hablar de este tema en la Iglesia porque durante muchos siglos la mujer ha sido la persona que está en todas partes pero que es la perfecta invisible.
Es maravilloso pensar que con Jesús no fue así. Jesús hizo visibles a las mujeres en una sociedad donde no eran suficientemente valoradas. Cuando pensamos en su madre María, la primera mujer que le hizo cambiar de opinión y adelantar el tiempo en las bodas de Cana, ya que el decía que aún no había llegado su hora, en la samaritana con la que Jesús tuvo tiempo para hablar a solas en el pozo de Jacob, en la Magdalena, amiga cercana de Jesús, que viajaba con él en muchas ocasiones, en las mujeres a las que curó de enfermedades y las dijo “qué grande es tu fe”, o les explicó muchas cosas cuando vivía en su casa, como con Marta y María…
Después de Jesús siguió siendo así algún tiempo. Pablo por ejemplo nos dice: “En cristiano no hay diferencia entre el varón y la mujer”. Hay tantas mujeres cristianas de las que podríamos hablar: Junia, a quien el mismo Pablo llamó apóstol, Priscila colaboradora de Pablo, Lidia, considerada la primera cristiana de Europa…
Pero cuando la Iglesia se introduce en Roma acepta el sistema patriarcal romano y la mujer pasa otra vez al papel de sumisión y de invisibilidad del que la había sacado Jesús, que decía: “No sea así entre vosotros, que nadie domine a nadie”!
Por eso hoy en este blog queremos dejar constancia de nuestro agradecimiento a tantas mujeres que con su vida nos han enseñado a ser cristianas desde la humildad de sentirse relegadas. Los últimos serán los primeros decía Jesús, así que quizá en el cielo seáis las primeras.
Un abrazo
Huellas
Nosotros también levantamos nuestra voz en favor de la igualdad de la mujer y el hombre en la Iglesia. Que no sean las cuestiones culturales las que impidan ver que entre hombre y mujer hay una igualdad esencial. Por tanto, no puede seguir la Iglesia manteniendo la desigualdad que -ns sabemos por qué- no quiere corregir. No le llevemos la contraria a Jesús.
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