domingo, 13 de diciembre de 2015

LOS BIENES HAY QUE COMPARTIRLOS



LUCAS 3, 10-18

 Las multitudes le preguntaban:
- ¿Qué tenemos que hacer?
 Él les contestó:
- El que tenga dos túnicas, que las comparta con el que no tiene, y el que tenga que comer, que haga lo mismo.
 Llegaron también recaudadores a bautizarse y le preguntaron:
- Maestro, ¿qué tenemos que hacer?
 Él les dijo:
- No exijáis más de lo que tenéis establecido.
 Incluso soldados le preguntaban:
- Y nosotros, ¿qué tenemos que hacer?
Les dijo:
- No extorsionéis dinero a nadie con amenazas; conformaos con vuestra paga.
 Mientras el pueblo aguardaba y todos se preguntaban para sus adentros si acaso Juan era el Mesías,  declaró Juan dirigiéndose a todos:
- Yo os bautizo con agua, pero llega el que es más fuerte que yo, y yo no soy quién para desatarle la correa de las sandalias. Él os va a bautizar con Espíritu Santo y fuego.  Trae el bieldo en la mano para aventar su parva y reunir el trigo en su granero; la paja, en cambio, la quemará en un fuego inextinguible.
 Así, con largas y diversas exhortaciones, anunciaba al pueblo la buena noticia.

Hoy el evangelio nos presenta a un Juan Bautista duro, exigente, batallador, práctico. Sabemos que Juan era un hombre muy exigente consigo mismo, que vivía de una forma muy austera, que era consecuente con su papel de profeta precursor de Jesús. Juan es muy claro y nos pide a cada uno de nosotros:

Quien tenga de más, debe compartir. Los bienes han de dar para todos.
Quien tenga salario, que no sea tramposo, que sea justo.
No seáis corruptos. Dad ejemplo en vuestra forma de vida.

Y estos criterios de reparto servirán para siempre, porque se basan en una justicia distributiva humana evidente. Nuestras normas legales, nuestros derechos fundamentales se apoyan en criterios de este tipo.  Y así, humanamente está bien.

Luego vendrá Jesús. Ya está aquí. Y dará un paso más. Y nos dirá que por encima de la justicia está el amor. Que es el amor lo que nos hace “divinos”, esto es, partícipes de la misma naturaleza bondadosa de Dios. Y ahí ya no es la justicia lo que gobierna las relaciones, ahí es el amor, es la caridad y por tanto ya no son necesarios los criterios anteriores porque se han superado.  Y se han superado porque lo mío es tanto mío como de los demás. Ese es otro estado, esa es otra dimensión, eso es el evangelio de Jesús en su esencia.


No caigamos en la tentación de querer llegar a este estado de Jesús sin haber pasado por el estado que proponía Juan. No es posible. Comparte primero (sé buen apersona), porque desde ahí amarás (serás buen cristiano).  

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