A la salida de Nazaret, lugar de celebración del bautismo en el Jordán |
El Evangelio de este domingo es de Marcos 1: 7 - 11 y dice así:
Esto es lo que proclamaba Juan:
«Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias.
Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.»
Y sucedió que por aquellos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán.
En cuanto salió del agua vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en forma de paloma, bajaba a él.
Y se oyó una voz que venía de los cielos: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco.»
Celebramos el bautismo de Jesús. Jesús acudió al Jordán a ser bautizado por Juan. Como también se bautizaban los demás. Y como nosotros nos bautizamos. Pero, en este caso, recibido el bautismo por Jesús, se produce una manifestación de Dios que dice: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco”. Es Dios Padre quien sigue al lado de Jesús en su recorrido humano. Se dice, para entender el bautismo de Jesús, que en el Jordán no fue el agua la que santificó a Jesús, sino Jesús quien santificó el agua y no sólo el agua del Jordán, sino la de todos los baptisterios del mundo.
La fiesta del Bautismo de Jesús es la ocasión anual para reflexionar sobre nuestro bautismo. Una pregunta que frecuentemente la gente se plantea acerca del bautismo es: ¿por qué bautizar a los niños de pequeños? ¿Por qué no esperar a que sean mayores y decidan por sí mismos libremente? Es una cuestión seria, pero puede ocultar un engaño. Al procrear un hijo y darle la vida, ¿es que los padres le piden antes permiso? Convencidos de que la vida es un don inmenso, suponen justamente que el niño un día les estará agradecido por ello. No se pide permiso a una persona cuando se trata de darle un don, y el bautismo es esencialmente esto: el don de la vida dado al hombre por los méritos de Cristo. (Raniero Cantalamessa).
Este es el último domingo de Navidad. Durante dos semanas hemos vivido este tiempo intenso de Navidad. Todos han sido buenos deseos, ganas de hacer las cosas bien, de pedir perdón, de amar. Pero ha llegado a su fin este tiempo. Ahora es el momento de ponerse “manos a la obra”. Que los buenos deseos sean realidad por nuestras acciones y las de los demás. Que hacer bien las cosas sea la consecuencia natural de nuestros pensamientos. Que perdonar sea la actitud natural de nuestros comportamientos. Que amar sea vivir, como vivir sea amar. ¿Para qué vivir si no es amando?
Comenzamos el tiempo ordinario, el del trabajo rutinario del día a día. No podemos olvidar los “felices navidades y año nuevo” que hemos dicho. No pueden ser simples palabras. Es el momento de darnos cuenta que somos personas amantes y amadas. No pueden ser personas sin cara las que pasan a nuestro lado. No pueden ser personas sin nombres los que están a nuestro alcance. No podemos ser indiferentes al dolor de los demás, a las situaciones de enfermedad o de paro, o de separación o de tristeza. No podemos ser tibios cuando alguien está sufriendo. Comenzamos el tiempo ordinario. El tiempo de amar.
Bautismo en el Jordán |
Señor Jesús,
que no me quede en las palabras,
que los demás no me sean indiferentes.
Me he bautizado para amar,
Para hacer lo que tu hiciste,
Para seguirte.
Ayúdame en ese camino.
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