Iglesia de Villar del Puerto |
Mateo 22,15-21, es el evangelio de este domingo 16 de octubre y dice así:
En aquel tiempo, los fariseos se retiraron y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes y le dijeron:
-Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no te fijas en las apariencias. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús:
-¡Hipócritas!, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.
Le presentaron un denario. Él les preguntó:
-¿De quién son esta cara y esta inscripción?
Le respondieron:
-Del César.
Entonces les replicó:
-Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
Relucen en este evangelio la mala intención de los fariseos y la habilidad de Jesús en la respuesta. Ese es el relato. No se si tú y yo estamos muy lejos de la postura hipócrita de los fariseos. No se si nos dirigimos a Jesús, alguna o muchas veces, para ponerle a prueba. Como si pretendiésemos meterle en un lío. No lo se. Por eso no estaría de más pensar en ello, en el silencio de la oración.
¿Qué enseñanza podemos extraer de este evangelio ? Que somos ciudadanos de una sociedad a la que tenemos que contribuir con nuestras aportaciones económicas. En justicia, los deberes sociales económicos son obligaciones a cumplir también como cristianos. No solo porque haya una norma que nos obliga sino porque Jesús mismo lo ha dicho.
Este deber es especialmente necesario en estos momentos de dura crisis económica. Crisis que no puede ser ajena a nosotros, aunque nuestra situación particular no esté comprometida. Por este motivo, es este un tiempo en el que la labor caritativa tuya, mía y de la Iglesia en general es más urgente. ¡Mira a ver qué dejas por hacer! Y mira a verlo cuando reces, cuando vayas a misa, cuando hagas la oración… mira a verlo…mira para tu interior..céntrate en ti. Y en tu relación con Jesús. Es ahí donde hallarás la respuesta.
A la luz de la Palabra de Dios de este domingo, nos ha parecido interesante el siguiente comentario de Pedro Juan Díaz, que titula "LA FE Y LA POLITICA" y por eso lo reproducimos y os animamos a leerlo:
1.- Hoy el evangelio da para hablar de la importancia que tiene el que los cristianos participemos activamente en la vida ciudadana y política, ya que tenemos mucho que aportar: los valores del Reino de Dios. Y Jesús nos lo explica saliendo al paso de una trampa que pretendían tenderle. Ya sabéis vosotros que en aquellos tiempos el Imperio Romano dominaba al pueblo judío. Como consecuencia de ello, los judíos tenían que pagar un impuesto a Roma. Ese impuesto lo cobraban los publicanos. Y se pagaba con una moneda, un denario de plata, que tenía la imagen del Cesar de Roma, en aquellos tiempos, Tiberio, y una inscripción en latín que venía a decir, más o menos, algo así como: “Tiberio César, hijo del divino Augusto”. Y en el reverso se podía leer: “El sumo sacerdote”.
2.- Pues bien, un grupo de seguidores de los fariseos y de los herodianos, enviados por ellos para no dar la cara, se acercan a Jesús adulándole, alabando sus virtudes, pero con la clara intención de comprometerle con una pregunta. La pregunta, como hemos escuchado, es la siguiente: “¿Es lícito pagar impuesto al César o no?”. Si dice que si, posiblemente perderá la credibilidad de las gentes sencillas que viven exprimidas por esos impuestos y estaría justificando la ocupación romana; si contesta que no, posiblemente provoque una rebelión contra Roma y le acusen de agitador. La trampa está puesta. Pero lo que aquellas gentes no esperaban es que introdujera a Dios en la respuesta. En la moneda aparece la imagen del César, pero aquellas gentes no pueden pasar por alto que Dios ha puesto su propia imagen en cada persona y sólo le pertenecemos a Él. Por eso les dice que le den al César lo que le tengan que dar, pero que no se les olvide que cada uno de ellos pertenece a Dios. Y Dios quiere una vida más humana y más digna para todos. Por eso la vida y la dignidad de las personas no se pueden poner en manos de ningún “césar”.
3.- Jesús nos dice que pongamos a Dios en el lugar que le corresponde. Él es el único Señor, como decía el profeta Isaías en la primera lectura. Y cualquier “césar” de este mundo se ha de saber situar como servidor de todas las personas, porque todos y todas somos hijos de Dios. Y si pretende comportarse como “señor” y no como “servidor”, está ocupando un lugar que no le corresponde.
4.- El Dios que nos ha elegido, que nos ha llamado por nuestro nombre y nos ha dado un título, aunque aun no le conocíamos (como decía Isaías en la primera lectura) es el único Dios, el Dios encarnado en el mundo, que no quiere que separemos nuestra fe de nuestra vida, sino todo lo contrario. Y el título que nos ha dado es el de “hijos suyos” para que le amemos no sólo a él (a Dios lo que es de Dios), sino también a sus “otros hijos”, nuestros hermanos, especialmente a los más desfavorecidos.
5.- ¿Cuál es la aplicación que todo esto tiene para nuestra vida? Yo sugeriría dos cosas: en primer lugar, reconocer que el proyecto del Reino de Dios tiene una repercusión política, es decir, social, ya que pretende promover una transformación profunda de la sociedad desde los propios valores del Reino, fundamentalmente promoviendo el bien común de todas las personas, especialmente de los más necesitados. Y en segundo lugar, que Jesús no utiliza la política como instrumento de poder para imponer su Reino, sino que introduce los valores del Reino a través de la siembra y la acogida de la justicia, la solidaridad, la fraternidad… y lo hace a través de su presencia activa en la sociedad.
6.- Jesús anuncia el Reino de Dios, que no se puede equiparar a ningún reino de este mundo, ni a ningún “partido”. Solo Dios es el Señor de la historia. Pero para poder “sembrar” los valores del Reino de Dios, hace falta que los cristianos estemos activos en la vida pública y política, promoviendo el bien común de todos y todas, especialmente de los más pobres y necesitados. Nuestra fe no se puede quedar arrinconada en el ámbito de lo personal o privado. Por eso, este evangelio nos invita a participar y a comprometernos en la vida pública como cristianos, reconociendo el lugar de Dios y el del “césar”. Dar “a Dios lo que es de Dios” significa ayudar a cada persona a reconocer y valorar la vida, la dignidad y la felicidad que nos propone Dios como Padre nuestro que es, y a vivir la fraternidad y el servicio mutuo entre nosotros como lo hizo Jesús.
7.- Al final, Pablo les dice a los cristianos de Tesalónica: “cuando se proclamó el Evangelio entre vosotros, no hubo sólo palabras, sino además fuerza del Espíritu Santo y convicción profunda”. Que ese mismo Espíritu Santo haga mella en nuestros corazones y en nuestra comunidad parroquial, para que también se pueda decir esto mismo de nosotros. Que la Eucaristía que compartimos nos fortalezca en nuestro testimonio de vida, para ser “levadura en la masa”, como nos dice Jesús, la levadura del Reino de Dios que hace crecer la masa de nuestra sociedad.
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