viernes, 9 de noviembre de 2012

SER TRANSPARENTES




aguas transparentes

A veces, me pregunto por qué es tan difícil ser transparente. Acostumbramos a creer que ser transparente es simplemente ser sincero, no engañar a los otros. Pero ser transparente es mucho más que eso. Es tener el coraje de exponerse, de ser frágil, de llorar, de hablar lo que uno siente. Ser transparente es desnudar el alma, dejar caer las máscaras, bajar las armas, destruir los inmensos y gruesos muros que nos hemos empeñado en levantar.

Ser transparente es permitir que toda nuestra dulzura aflore e incluso nos desborde. Pero, por desgracia, casi siempre, la mayoría de nosotros decide no correr ese riesgo. Preferimos la dureza de la razón a la belleza que representa toda la fragilidad humana. Preferimos el nudo en la garganta a las lágrimas que brotan de lo más profundo de nuestro ser. Preferimos perdernos en una búsqueda insana con respuestas inmediatas antes que admitir sencillamente que no sabemos, o que tenemos miedo. Y eso, a pesar de lo doloroso que es tener que construir una máscara que nos distancia cada vez más de quien realmente somos.

Tendemos a mantener una imagen que nos dé la sensación de protección. Y así nos vamos ahogando más y más en falsas palabras, en falsas actitudes, en falsos sentimientos. No porque seamos personas mentirosas. Sino porque, como hojas secas, nos perdemos de nosotros mismos y ya no sabemos dónde está nuestra dulzura, nuestro amor más intenso y no contaminado.

Con el pasar de los años, un vacío frío y oscuro nos hace percibir que ya no sabemos dar y ni pedir lo más precioso que tenemos para compartir con los otros: dulzura, compasión… y comprensión de que todos sufrimos y a veces nos sentimos solos, inmensamente tristes y lloramos bajito antes de dormir.

En un silencio que nos lleva a la nostalgia de nosotros mismos, de aquello que pulsa y grita dentro de nosotros, pero que nos cuesta mostrar incluso a aquellos que más amamos. Porque, desgraciadamente, hemos aprendido que es mejor tomar represalias, atacar, agredir, acusar, criticar y juzgar, que simplemente decir: “tú me estás hiriendo; ¿puedes parar, por favor?”.

Porque quizás hemos aprendido que decir eso es ser débil, ser tonto, ser menos que el otro. Cuando, en realidad, si dejamos que nuestra razón escuche también a nuestro corazón, podríamos evitar tanto dolor.

Ojalá consigamos no contener el llanto, ni la carcajada, no esconder tanto nuestro miedo, no desear parecer tan invencible. Ojalá consigamos no controlar tanto, ni reaccionar tanto, ni competir tanto..., sino confiar siempre.

Quizás sea necesario recordar con frecuencia que la vida es tan corta y la tarea de vivirla es tan difícil que, cuando comenzamos a aprenderla, ya es hora de partir. Sigamos en la certeza de que todo pasa. Y así consigamos dulcemente vivir, sentir, amar, ser transparentes.

Enrique Martínez Lozano

2 comentarios:

  1. Me ha encantado. Ser transparente es exponer nuestra debilidad, no acongojranos con decir lo que sentimos, dejar salir nuestro yo profundo, no ir por la vida de duros aparentando lo que en realidad no somos. ¿¿Qué bello!! IRIS

    ResponderEliminar
  2. ¡Qué bonito y cuánta verdad! Sólo los que son muy fuertes son capaces de manifestar su debilidad y su necesidad de los demás. Por eso amigos, después de leer este artículo, sólo podemos deciros que nos sentimos débiles muchas veces en la vida y os necesitamos. Un abrazo amigos Isabel y Mateo

    ResponderEliminar