domingo, 8 de febrero de 2015

ORAR Y CURAR



Domingo V Tiempo Ordinario
Evangelio de Marcos 1, 29-39

         En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama, con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la tomó de la mano y la levantó. Y la fiebre la dejó y se puso a servirles.
         Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y poseídos. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían no les permitía hablar.
         Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron:
         — Todo el mundo te busca.
         Él les respondió:
         — Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he venido.
         Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.

Este evangelio refleja dos comportamientos –curar enfermos y orar- habituales en Jesús. Son complementarios. Uno sigue al otro. O uno no es posible sin el otro.

Primera actitud. Ayudar a la gente, sentirse cerca de los demás, implicarse en sus necesidades, compartir la vida, no ser indiferente. Es la actitud que llama la atención, que gusta, es de signo externo. Salir de nosotros e implicarnos en los demás. Porque los demás también son nosotros. Porque todos formamos una unidad en Dios que es quien nos recoge. Nadie tiene que estar fuera de la casa de Dios porque todos somos “dueños” de esa misma casa. La casa de Dios.

Segunda actitud. Retirarse, buscar el silencio, practicar la meditación, mirar para dentro, sentirse, cerrar los ojos, notar la presencia. Es una actitud hacia dentro. Es probar a darnos cuenta que dentro de nosotros “está todo”. Ahí, en el interior, es donde se siente a Dios. Ahí, en el silencio, es donde hay autenticidad. Ahí, Etty Hillesum, aquella joven extraordinaria que fue ejecutada, a los veintinueve años, en el campo de concentración de Auschwitz, decía así: “Descansar dentro de sí. Y así es, seguramente, como mejor se expresa mi estado de ánimo: descanso dentro de mí. Y ese ser yo misma, lo más profundo y rico de mí, mi Descanso, lo llamo Dios”. Y San Juan de la Cruz: “Para llegar adonde no sabes , debes venir por donde no sabes”.

Nosotros, los equipistas, tenemos la suerte de poder hacer esa labor interior –en parte- y esa labor exterior, a dúo. Porque estamos casados para vivir juntos el evangelio. Hacemos realidad ese mandato del Señor, el de enviarlos de dos en dos a decir la gente, que Dios nos ama, notarlo, él nos hace mucho bien.  Hoy nos lo recuerda el evangelio: haced el bien y orar. Comenzaréis así a disfrutar del cielo. 


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