domingo, 21 de septiembre de 2014

LA JUSTICIA DE DIOS ES EL AMOR


Domingo XV Tiempo Ordinario
Evangelio de Mateo 20, 1-16

         En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
         El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña.
         Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo:
         — Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido.
         Ellos fueron.
         Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo.
         Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo:
         — ¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?
         Le respondieron:
         — Nadie nos ha contratado.
         El les dijo:
         — Id también vosotros a mi viña.
         Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz:
         — Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros.
         Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno.
         Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo:    
         — Estos últimos han trabajado solo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno.
         El replicó a uno de ellos:
         — Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo liberta para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?
         Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.

Desconcertante, incomprensible, injusto pueden algunos de los calificativos ante este evangelio. ¿Cómo va a pagar el mismo salario a quien hace toda la jornada y a quien hace solo un tercio o un medio de la jornada? ¿Algún empresario lo hace?  ¿Algún sindicato o asociación lo reclama? Con los criterios de justicia basados en el derecho humano no se entiende. Parece justo y razonable que quien hace media jornada cobre el medio de quien la hace entera. Si no fuera así, todos solicitaríamos hacer la mitad y cobrar entero. ¿Todos?

Pero hay que elevar la reflexión y partir de quien es Dios: Dios es amor. Por eso lo entrega todo, porque todo es de todos. Y así lo importante no es hacer la jornada entera,  la mitad o un tercio, lo importante es que Dios nos ama en la totalidad, por ser personas, por ser sus hijos, hagamos lo que hagamos. Y por esa razón nos paga a todos el mismo denario: nos ama. Si comprendemos que somos amor, no nos molestará hacer la jornada completa, al contrario disfrutaremos porque hemos sentido a Dios desde el principio y nos alegramos porque otros lleguen a ese mismo Dios a mitad del camino o al final de la vida. Porque todos somos de Dios.


Por tanto no es que la justicia divina sea distinta a la humana, es que la justicia de Dios es el amor total a todos. Por eso a todos nos paga con la misma moneda: el amor. El denario del evangelio.

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