Inevitablemente en el camino
de la vida hay tropiezos, hay heridas. El cuerpo va sufriendo arañazos. El alma
se retuerce ante el sufrimiento. Es así. Son hechos inevitables. Pero, esos
arañazos y esos sufrimientos nos hacen más humanos. Integrarlos, aceptarlos,
asumirlos es la tarea que tenemos entre manos. Si queremos eliminarnos nos
hemos equivocado de planeta. En esta tierra nuestra, en esta vida que conocemos,
las heridas van unidas a la vida. Y es de sabios saber aprovecharlas porque,
también nos hablan.
Hoy os invitamos a mirar una
de tus heridas con compasión. ¿Qué me quiere decir? Solo cuando seamos capaces
de aceptarlas, seremos capaces de aprender de ellas.
Hacemos nuestras las
palabras de poeta Miguel Hernández:
¡Ay de quien no está herido, de quien jamás se siente herido por la vida, ni en la vida reposa herido alegremente!
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