Es tiempo de
Navidad. Celebramos que Dios se ha hecho hombre, que ha venido a este mundo a
estar más cerca del hombre, tanto que se hace uno como los demás. Navidad es
tiempo de ternura. El domingo pasado celebramos la fiesta de familia. Es ahí,
en la familia, donde la ternura tiene su lugar natural de manifestación. Jesús
trató a sus contemporáneos con ternura. Para Él nadie era extraño, nadie le
estorbaba, a nadie expulsaba. Con Jesús estaban a gusto porque repartía cariño
y ternura, porque escuchaba a la gente, porque se implicaba con ellos, porque
quería que todos fueran amigos y hermanos. A eso ha venido Jesús: a recordarnos
que todos podemos ser hermanos. A decirnos que nos viene muy bien practicar la
ternura. Comenzando en la propia familia. Hagámosle caso. Nos vendrá muy bien.
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