El cáncer solo es una palabra formada por seis
letras a la que hemos atribuido poderes malditos.
Cuando se pronuncia, su sonido nos hiela el corazón y el
miedo se apodera de nosotros.
Decimos su nombre en voz baja, susurrando, como si fuera
una bestia peligrosa a la que no queremos despertar.
Si nos dicen que Fulano o Mengano ha sido atrapado por
esa odiosa palabra, suspiramos aliviados de que sea él, y no nosotros, quien ha
caído prisionero en sus garras, pero al mismo tiempo un escalofrío nos recorre
la espalda al pensar que tal vez, un día, el ataque nos alcance también.
Todo parece estar lleno de esas seis letras: las camas de
los hospitales, los cementerios, las peores tragedias, las desgracias más
amargas.
Vivimos respirando ese sonido, temiendo esa palabra
siniestra porque sabemos que nada podemos hacer contra el cáncer por mucho que
nos revisemos el cuerpo una y otra vez, por mucha vida sana que hagamos y por
ecológicos alimentos que comamos.
Él no distingue edades ni clases sociales; le dan igual
los magnates que los mendigos, los tristes que los alegres, los santos que los
pecadores.
Es la nueva peste que asola los tiempos modernos y que
nos recuerda que no somos todopoderosos, que la vida no siempre está llena de
risas y de inconsciencia.
El cáncer nos pone frente a una realidad que nos negamos
a ver: la muerte, nuestra propia muerte. Nos coloca frente a un espejo donde
nos vemos tal y como somos, mortales, frágiles, desconcertados y asustados.
Pero tal vez haya que empezar a mirarlo con otros ojos, a
escuchar la palabra “cáncer” con otros oídos e intentar que su sonido no nos
hiele la sangre.
Quizás no sea un enemigo sino un heraldo. Es posible que
no venga a destruirte sino a advertirte. Puede ser que lo que tú pensabas que
era un enemigo se convierta en un maestro.
Si él llega a tu vida, si aparece acurrucado en algún
órgano de tu cuerpo, no te asustes, no te dejes dominar por el pánico, porque
tal vez haya venido a decirte algo que no has querido escuchar; o puede ser que
hayas vivido con tanta pena y tanta tristeza que él tiene que surgir para que
sepas apreciar todo lo que sí posees y no solo aquello que no has alcanzado y
por lo que siempre sufres; o en algún momento alguien te partió el corazón y
sentiste tanto dolor, tanta desolación, que las células de tu cuerpo se
multiplicaron para compensar la pérdida de tu alma.
Solo tú puedes saber por qué motivo el cáncer apareció en
tu vida, qué hay que debas cambiar, o qué hay que tengas que abandonar, o de
qué debes dejar de depender.
Y si él ha llegado a ti no lo sientas como algo ajeno
porque no lo es. Tu cáncer está formado por tus células y por tu miedo, te
pertenece tanto como tus risas o tus lágrimas. Acéptalo como lo que es, una
experiencia, una inevitabilidad de las muchas que componen la vida.
Afróntalo con valor, con ánimo y acaricia suavemente la
parte de ti donde él se ha instalado porque esa zona de tu cuerpo no está
maldita, solo está mutando, está diciéndote que le prestes atención, que
escuches el mensaje que trae para ti y que la Vida lleva años susurrándote sin
que tú le hayas hecho caso.
Y luego, cuando hayas comprendido lo que la Vida quería
mostrarte a través del cáncer, ponte en manos de la ciencia, de los médicos.
Ellos harán su trabajo lo mejor que sepan y puede ser que te curen y que
arranquen de ti el órgano en el que él creció. No será fácil, deberás pasar por
momentos duros, difíciles, dolorosos, tendrás que enfrentarte a tus peores
miedos, pero a cambio te será dado conocer una parte de ti que de ninguna otra
forma habrías descubierto.
Sabrás entonces lo fuerte que eres, el valor que posees,
apreciarás a las personas que están junto a ti y que te brindan su amor y su
cariño. Comprenderás que no estás solo, ni siquiera en las profundidades de un
quirófano, ni siquiera en el vacío de tu cuerpo y tu mente anestesiados, porque
sentirás que algo en tu interior estuvo sosteniéndote y acompañándote en todo
momento.
Cuando ese trance haya pasado, cuando regreses a casa con
tu cuerpo herido, verás que todo ha cambiado, que tu hogar es más hermoso y
acogedor, que tu familia es la mejor del mundo y que tu vida, que antes solo
era una monótona rutina, ahora se ha transformado en un maravilloso regalo
donde todo cuenta, incluso lo más nimio, hasta algo tan sencillo como
prepararte una taza de té y saborearla mientras ves pasar las nubes por la
ventana.
Después de haber vivido el cáncer tu existencia tendrá
otro sabor, otro color, otro sonido y tú ya no serás el de antes y cuando
vuelvas a mirarte en el espejo ya no verás a alguien asustado sino a alguien
que se conoce a sí mismo como nunca antes lo había hecho y ese conocimiento te
aportará la verdadera felicidad, una felicidad que de no ser por el cáncer
jamás habrías descubierto. Porque hay muchas formas de ser feliz, pero solo una
que dura para siempre y esa te la proporciona el viaje que has hecho a lo más
profundo y oscuro de tu interior y el regreso a esta nueva realidad, a esta
manera diferente de ver la Vida, el mundo y a ti mismo.
Pero hay otro camino que se te ofrece y que no es el de
la sanación. Tal vez ni los médicos ni la ciencia puedan hacer nada por sacar
de ti lo que se formó para permanecer. Quizás el destino tenga otros planes
para ti y si es así escúchame bien. Abandónate, deja de luchar, no intentes
permanecer aquí a toda costa y a cualquier precio. Y, aunque al principio te
cueste, haz un esfuerzo y sonríe porque no estás solo ni has sido abandonado.
Acepta lo que ha venido a ti y prepárate para el más maravilloso de los viajes,
porque ese cáncer será tu guía, será quien te introduzca en una dimensión a la
que todos iremos, pero tú llegarás antes.
No tengas miedo, la muerte no es como te la han contado,
al igual que el cáncer no es como habías temido. Se terminará el dolor, la
incertidumbre, las batallas y podrás al fin dirigirte a tu verdadero hogar, a
ese que siempre estuvo en tu interior y que ahora has recordado y recobrado.
Por eso cuando escuchéis la palabra “cáncer” no os
asustéis, tomad cada una de sus letras y otorgarles un nuevo sentido, otro
significado, como yo he hecho.
Confianza
Aceptación
Nacimiento
Cariño
Esperanza
Resplandor
Sara, afectada de cáncer
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