jueves, 2 de marzo de 2017

Y DESCENDIÓ A LOS INFIERNOS (Y 2)






Seguimos con el mismo tema porque como dice Benedicto XVI hay muchos ángulos para mirar un mismo tema. Nos dice:  “Parece que en el artículo del credo que aquí nos ocupa, la palabra «infierno» es una traducción incorrecta de seol (gr. hades), término con el que los hebreos designan el estado posterior a la muerte, imaginado de forma muy imprecisa como una suerte de existencia tenebrosa, entre sombras, más afín al no ser que al ser”.
En el momento de su muerte Jesús le dice al Padre: ¿Por qué me has abandonado? Le duele más el vacío, la soledad absoluta que siente, que cualquier dolor físico. El ser humano no puede estar solo, necesita compañía, pero en la muerte no le queda otro remedio. Cruzamos la puerta solos y eso es bajar a los infiernos.
La muerte es la soledad por antonomasia. Pero toda soledad en la que ya no puede penetrar el amor es... el infierno.
Pero ese temor a la soledad lo ha roto Jesús. Él también bajó a los infiernos y así la puerta de la muerte está abierta porque en ella habita la vida, el amor, Jesús.  Allí nos espera Jesús para que sintamos su compañía y perdamos el temor. En medio de la muerte habita la vida, el amor absoluto.
Un abrazo

Huellas

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