viernes, 31 de marzo de 2017

REFLEXIÓN SOBRE EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN



El sacramento de la Reconciliación o Confesión, es un sacramento que nos permite descubrir, a través de nuestros errores, la fuente de la Gracia.
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La re-conciliación debe ser con nosotros mismos: encontrar la cifra que no permitía tener las cuentas claras.
Cuando cometemos un error, debemos reconciliar los elementos que nos llevaron a ese error. A veces son muy simples –distracción, olvido, cansancio, no estar en el momento presente, no poner atención–. A veces son más complejos –un dolor profundo que no sabemos por qué o por dónde viene–.
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Él nos abraza, abraza nuestro dolor, sin interrogatorios, sin castigos, sin recriminaciones. Nos abraza y hace suyo nuestro dolor.
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El sacramento de la Reconciliación debe ser un proceso personal de introspección valiente. La meditación cristiana es de gran ayuda para emprender este camino de interioridad al centro de nuestra alma, donde Dios es, donde se da la fuente de la Gracia; donde ocurre el entendimiento y el discernimiento para luego, como consecuencia, entrar al proceso del perdón.

¿Qué es exactamente el perdón?
El perdón es un regalo de Dios; es el premio de haber logrado una reconciliación, como el reconocimiento del origen del dolor y del error. Tocar ese punto doloroso a la luz de Jesús, nos libera, nos da paz, nos reconstituye.

¿Cómo entender la penitencia?

Creo que habría que substituir esta palabra por la palabra “Alabanza”. Cuando ha ocurrido una reconciliación luminosa, con un perdón interior –de mí mismo y de Dios–, tenemos que festejar, tenemos que alabar a Dios –surge de forma natural–. Mi alegría es el resultado de saberme y sentirme libre. En alegría canto al Señor, lo abrazo, me siento a-graciada y agradecida y me percato de todos los regalos que me hace para que yo lleve a cabo su plan divino.


Lucia Gayón
Eclesalia


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