martes, 7 de julio de 2015

AQUIETA LA MENTE. YA SOMOS CIUDADANOS DEL CIELO



Cuando estoy solo es cuando estoy más acompañado. En el barullo de la vida cotidiana es fácil narcotizarnos. Rodeados de la gente nos dormimos y drogamos nuestra auténtica naturaleza, obsesionados con el papel que representamos en la vida, la careta del hombre o la mujer que creemos ser. Solo puedes volver con la gente cuando descubres quién eres realmente.

Pues no somos el centro, ni tan importantes como creemos desde el yo. Nuestra vida es un parpadeo del Universo. Un parpadeo único, irrepetible y cósmico en miles de años y espacios, pero solo un parpadeo.

Cuando desaparece ese personaje, ese ego mental que creo ser, despierto.

Escribe Willigis Jäger: “Una vez más se me ha permitido y se me sigue permitiendo experimentar que mi vida no representa otra cosa que un simple golpe de mar en ese acontecimiento cósmico, y que lo que soy verdaderamente retornará sin tiempo y sin forma a la infinitud de la que nació mi yoidad”.

La salvación pues está en callar el run-run de la mente que da importancia excesiva a lo temporal, crea el sufrimiento y el miedo a la muerte. En esa zona de nuestra verdadera naturaleza percibo que todo esto que me preocupa es una película que pasa y que lo importante es la luz que está detrás del proyector y no pasa.

Tú perteneces ya a esa luz.

Cierra los ojos y sumérgete en el instante presente. Conectas con tu realidad sin tiempo. Te das cuenta de que eres uno con el cosmos y que todos los seres son pedazos de ti mismo. Que la muerte no es muerte, es una transición de forma, un beso con que te besa Dios al retornar a tu ser. Pero no es necesario morir para sentirse besado.

No eres el papel que representas, como diría Calderón en El gran teatro del mundo. Ni el ciudadano envuelto en las circunstancias fáciles o difíciles, de éxito o de fracaso que te rodean. Ya aquí y ahora somos “ciudadanos del cielo” (Filp 3,20).

Es un error convertir la santidad en otra forma de protagonismo para alimentar el ego.

Perderse es encontrarse. Entonces te percibes uva de racimo, gota entre millones de gotas de mar, chispa de una sola luz. Y cambia tu ser y tu compromiso con el mundo. Como certeramente encesta el mejor baloncestista, da en la diana el arquero, crea el músico, cuando no es él, sino la naturaleza, el Ser, a través de él. El Uno es mi olvidado apellido de familia. 


Pedro Miguel Lamet


Las fotografías corresponden al día de la campera, 20-6-15, en la capilla de las Trinitarias. Momento del traspaso de la responsabilidad del sector León. 

1 comentario:

  1. Preciosa reflexión que nos invita a darnos cuenta que todos estamos unidos como los sarmientos a la vid o como la uva al racimo. Cuando pretendemos ser gallitos nos estropeamos. Unidad en la diversidad. Porque todos estamos unidos por el único Dios.

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