jueves, 9 de octubre de 2014

QUE NADA NI NADIE NOS ROBE LA MUSICA


Para todos los internautas va el relato del arpista Figueredo, historia que Eduardo Galeano contó en Cartagena de Indias y que está tomada de la obra “Educando en Valores” del insigne docente Antonio Pérez Esclarín.



“Ignacio “indio” Figueredo fue uno de los primeros arpistas del llano adentro, convertido en leyenda, digno ejemplo, maestro de maestros entre músicos y cantadores. Este famoso arpista, a la edad de los 11 años, comenzó a marcar las primeras notas en un arpa colombiana.



No había fiesta en el llano ni baile de joropo sin el arpa mágica del maestro Figueredo. Sus dedos acariciaban las cuerdas y se prendía la alegría y brotaba incontenido el ancho río de su música prodigiosa. Se la pasaba de pueblo en pueblo, anunciando y posibilitando la fiesta. Él, sus mulas y su arpa, por los infinitos caminos del llano. Una noche tenía que cruzar un morichal espeso y allí lo esperaron los bandidos. Lo asaltaron, lo golpearon salvajemente hasta dejarlo por muerto y se llevaron las mulas y el arpa. A la mañana siguiente, pasaron por allí unos arrieros y encontraron al maestro Figueredo cubierto de moretones y de sangre. Estaba vivo, pero en muy mal estado. Casi no podía hablar. Hizo un increíble esfuerzo y llegó a balbucear con unos labios entumecidos e hinchados: “Me robaron las mulas”. Volvió a hundirse en un silencio que dolía y, tras una larga pausa, logró empujar hacia sus labios destrozados una nueva queja: “Me robaron el arpa”. Al rato y cuando parecía que ya no iba a decir nada más, empezó a reír. Era risa profunda y fresca que, inexplicablemente, salía de ese rostro desollado. Y en medio de la risa, el maestro Figueredo logró decir: “¡Pero no me robaron la música!”

  
Que nada ni nadie nos robe la música.

                                          


                                   Pedro Tomás Navajas

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