domingo, 19 de septiembre de 2010

DIOS Y EL DINERO


De la Palabra de Dios de este domingo queremos recoger las siguientes frases:
A) De Amós 8, 4-7: “Disminuís la medida, aumentáis el precio, usáis balanzas con trampas, compráis por dinero al pobre, al mísero por un par de sandalias, vendiendo hasta el salvado de trigo”
B) B) De Lucas 16, 1-13: “El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado”…”No podéis servir a Dios y al dinero”.

A nosotros estos textos nos sugieren lo siguiente.

En primer lugar, que hay que ser honrado. En todo. No engañar. En lo pequeño y en lo importante. Apliquemos este principio a nuestra vida. Y a cada uno de nuestros actos. Por ejemplo, ¿aporto al erario común todo aquello que la ley me obliga? O ¿pago a mis empleados al menos lo obligatorio por ley? Esto es lo mínimo como ciudadano. Pero si damos un paso más, la pregunta puede ser ésta ¿y mis aportaciones a la sociedad, como cristiano, se reducen a las mínimas legales?

En segundo lugar, Dios no está reñido con el dinero. Este es necesario. La cuestión fundamental no son los bienes en sí mismo sino el uso que se haga de ellos. Con unas preguntas podemos esclarecer esto: ¿qué importancia tiene en mi vida la acumulación de bienes?, ¿cómo he acumulado esos bienes?

En tercer lugar, quisiéramos referirnos a nuestro compromiso cristiano para hacer aportaciones a favor de quienes no tienen o tienen muy poco. Aquí basta con recordar aquello de que “hay más alegría en dar que en recibir” (Hechos 20, 35) porque es una realidad que todos podemos experimentar practicándola. Pero, salvando situaciones de miseria inaceptable, queremos destacar la conveniencia de que las aportaciones se hagan a favor de Asociaciones que saben administrarlas y llegar al fondo de la situación de cada persona. Caritas, Manos Unidas… o muchas ONG que hacen una extraordinaria labor son los medios idóneos para estas aportaciones. Hacerlo de una manera desordenada a quien se nos presenta en cualquier lugar puede servir solo para agrandar el problema o al menos para no atajarlo de raíz.

Todas las personas somos esencialmente iguales y todas tenemos derecho a una vida digna y a disponer de lo necesario para ello. En la mayor parte de los casos son las circunstancias lo que hacen que muchos caigan en situaciones inhumanas. Que esas situaciones no nos sean indiferentes.
Y a propósito del dinero, les decía el Papa Benedicto XVI a los jóvene ingleses el viernes pasado día de 17 de septiembre en la viista que hizo al Reino Unido:
Tener dinero posibilita ser generoso y hacer el bien en el mundo, pero, por sí mismo, no es suficiente para haceros felices. Estar altamente cualificado en determinada actividad o profesión es bueno, pero esto no os llenará de satisfacción a menos que aspiremos a algo más grande aún. Llegar a la fama, no nos hace felices”.
La felicidad es algo que todos quieren, pero una de las mayores tragedias de este mundo es que muchísima gente jamás la encuentra, porque la busca en los lugares equivocados”, afirmó Benedicto XVI.
Por ello, recordó, “la verdadera felicidad se encuentra en Dios. Necesitamos tener el valor de poner nuestras esperanzas más profundas solamente en Dios, no en el dinero, la carrera, el éxito mundano o en nuestras relaciones personales, sino en Dios. Sólo él puede satisfacer las necesidades más profundas de nuestro corazón”.
El Papa quiso invitar a los jóvenes a “ser amigos de Dios”. “Cuando comenzáis a ser amigos de Dios, todo en la vida empieza a cambiar. A medida que lo vais conociendo mejor, percibís el deseo de reflejar algo de su infinita bondad en vuestra propia vida”.
La fotografía es de la iglesia de Cabrillanes.

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