Cosa curiosa. He sentido hoy
que no da igual poner la caja de la leche -el tetrabrik- al echarla al vaso, de
una forma u otra. Hagamos la prueba. Si colocamos el agujero de salida en la
parte de arriba, sale la leche despacio, pero resulta que no sale toda, se
queda una parte dentro, la parte de abajo.
Sin embargo, si pongo el
agujero en la parte de abajo, sale a borbotones, salpica, mancha, pero sale
toda.
Conclusión: si me entrego, si
me doy de verdad, me salpica la vida, me mancha la ropa, la fama.
Así es la vida: se trata de
darnos del todo, aunque eso nos salpique y nos complique la vida. De otra
forma, la vida es más normal, pero nos quedamos una parte para nosotros.
Ya decimos “das la mano y te
cogen el brazo entero”. La caridad, el servicio, si es de verdad, nos tiene que
doler, costar. Supone entrega total.
Noto que buscamos una fe
inodora, sin complicaciones, muda… lo que hoy decimos “sociedad líquida”.
Ocurre como en la naturaleza. Pasamos un verano sin truenos, pero también sin
agua. Muchas veces viene la lluvia tras el trueno. Y nos da miedo... pero es
necesario.
Muchas veces optamos por estar
yo bien, sin problemas, pero si quiero dar todo lo que soy, lo que tengo, es
preciso poner mi vida a disposición: que salga todo lo que hay en mí, mi
compromiso, aunque eso me salpica.
Lo estamos viendo y viviendo
en los refugiados, en los marginados. Es relativamente fácil darles cosas, pero
resulta más complicado, nos embarra más el acoger a una persona en casa, el
hacerme amigo suyo, el irme 15 días a los campamentos de Grecia.
Me lo ha enseñado un amigo
pakistaní. Estuvo tres años conviviendo conmigo y acabamos como amigos. Esta
semana, que yo estaba un poco pachucho, le ha dicho a su jefe de trabajo que si
le daba permiso tres días para venir a hacerme compañía.
Son gestos que emocionan. Ha
puesto la caja de tetrabrik hacia abajo y estaba dispuesto a perder el sueldo y
las vacaciones de tres días por acompañarme.
Otro inmigrante no celebra el
cumpleaños de su hijo si no estoy yo. Cambia de fecha, porque quiere mi
presencia...
Aprender a que me salpiquen
las realidades NO es amar de memoria y según los cánones la caja hacia arriba
sino mancharme, mojarme. El que ama, da la vida por sus amigos.
En estos pueblos es normal
recoger nueces. Y cuando se recogen hay que limpiarlas porque dejan el verdor
pegado a las manos y cuesta muchos días y mucho jabón el quitarse. Se han
manchado con los cocolones. Y dura la suciedad. Cada vez que pasan a comulgar y
veo esas manos ennegrecidas, siento la sensación: “sí que están implicadas con
la Vida”.
Gerardo Villar
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