El arzobispo de Zaragoza, don
Vicente Jiménez Zamora, ha impartido la catequesis inaugural de la IV
Peregrinación Universitaria al Pilar. Bajo el lema "Un padre cariñoso con
sus hijos" (salmo 103), monseñor Jiménez Zamora ha mostrado la necesidad
de ser "una Iglesia a pie de calle que practica la justicia y la misericordia".
Para conseguirlo, ha facilitado a los jóvenes cinco ideas clave:
1) Acoger la misericordia de Dios
para ser misericordiosos. Quien experimenta la misericordia de Dios en su vida
se convierte en misericordioso con los demás, pues no puede menos que
practicarla y anunciarla. La misericordia es una experiencia de nuestra
relación personal y amorosa de Dios "compasivo y misericordioso", que
se conmueve ante nuestras miserias, sufrimientos y pobrezas, y nos ayuda a
superarlas.
2) Abrir los ojos al sufrimiento
de los pobres y escuchar sus gritos. Una vez que hemos acogido la misericordia
de Dios, ya podemos mirar a los pobres con los ojos de Dios y practicar con
ellos la misericordia. La misericordia nos hace salir de la cárcel de nuestro
egoísmo, de vivir encerrados en nuestros propios intereses y buscar lo que es
bueno no sólo para mí, sino para los otros, para la comunidad en la que vivimos
y cuyo presente y futuro compartimos.
Cuántas heridas sellan la carne
de muchos que no tienen voz, porque su grito se ha debilitado y silenciado a
causa de la indiferencia de los pueblos ricos. La misericordia comienza por
abrir los ojos a la realidad, pero ésta se puede mirar y valorar de diferentes
maneras. Podemos verlas desde el beneficio de las grandes empresas, los
intereses del mercado, la reducción del déficit y los resultados
macroeconómicos, o bien podemos leerla desde la persona, desde el número de
parados, desde los desechados por el sistema, desde las rentas mínimas, desde
los índices de pobreza, desde los recortes de los derechos sociales. Nosotros
queremos ver la realidad desde el lado de los pobres. Queremos verla con los
ojos de Dios.
3) Cultivar una espiritualidad de
la ternura. En una cultura que rinde culto a los poderosos y ganadores, estamos
llamados a cultivar una espiritualidad de la ternura, de atención y cuidado a
los más frágiles de la tierra. Una ternura que se expresa en la acogida cálida
y fraterna de nuestras comunidades y, sobre todo, en la salida a las periferias
existenciales, en salir al encuentro de los que sufren y necesitan ayuda,
aunque no vengan a nosotros a pedirla. El papa Francisco insiste mucho en que
tenemos que ser "una Iglesia en salida".
Los cristianos apostamos por una
Iglesia a pie de calle, que se preocupe de todas las personas, pero
especialmente de las más vulnerables y débiles; una sociedad que se construya
desde los derechos y necesidades de los pobres, no solo desde los intereses de
los ricos y poderosos. De lo contrario no será una sociedad verdaderamente
democrática ni ética. Esta es la revolución de la ternura a que nos invita
Jesús en el Evangelio, la cultura de la ternura que nos pide el papa Francisco.
4) Practicar las obras de la
misericordia y promover el desarrollo integral. Con mucha frecuencia la caridad
se ha identificado con "dar": dinero, comida, ropa... Pero la caridad
no consiste sobre todo en dar cosas, sino en "darse", en entregarse
por y con amor. Caridad no es entregar una limosna al pobre mientras nos
negamos a mirar su rostro, porque no somos capaces de darle la mano ni de
mirarle a los ojos. La caridad pasa por correr el riesgo del encuentro con el
humillado y vencido por la vida, y tener la valentía de acogerlo y acompañarlo
en el camino de su propio desarrollo y dignidad.
Practicar las obras de misericordia
corporales y espirituales no es algo pasado de moda ni obsoleto. Tan
importantes son que constituyen el criterio para saber si verdaderamente somos
discípulos de Cristo. No olvidemos las palabras de San Juan de la Cruz:
"En el atardecer de la vida nos examinarán del amor".
5) Trabajar por la justicia y
transformar las estructuras que generan pobreza. Muchas veces se ha dicho y
repetido que este mundo nuestro necesita justicia. Y es cierto. Pero también, y
sobre todo, necesita caridad y misericordia. La caridad va más allá de la
justicia, porque amar es dar, ofrecer de lo "mío" al otro; pero nunca
carece de justicia, la cual lleva a dar al otro lo que es "suyo", lo
que le corresponde en virtud de su ser y de su obrar. No puedo dar al otro de
lo mío sin haberle dado en primer lugar lo que en justicia le corresponde.
Quien ama con caridad a los demás es, ante todo, justo con ellos.
Esta construcción de la ciudad
del hombre, de una sociedad según el derecho y la justicia, está demandando la
transformación de las estructuras injustas que generan pobreza y exclusión.
Para ello, los obispos españoles, en la instrucción pastoral "Iglesia,
servidora de los pobres", hemos propuesto nueve cauces concretos que
pueden ayudarnos en el ejercicio de la misericordia:
Crear empleo. Las empresas
han de ser apoyadas para que cumplan una de sus finalidades más valiosas: la
creación y el mantenimiento del empleo. En los tiempos difíciles y duros para
todos -como son los de las crisis económicas- no se puede abandonar a su suerte
a los trabajadores pues sólo tienen sus brazos para mantenerse.
Que las Administraciones
públicas, en cuanto garantes de los derechos, asuman su responsabilidad de
mantener el estado social de bienestar, dotándolo de recursos suficientes.
Que la sociedad civil
juegue un papel activo y comprometido en la consecución y defensa del bien
común.
Que se llegue a un Pacto
Social contra la pobreza aunando los esfuerzos de los poderes públicos y de la
sociedad civil.
Que el mercado cumpla con
su responsabilidad social a favor del bien común y no pretenda sólo sacar
provecho de esta situación.
Que las personas orientemos
nuestras vidas hacia actitudes de vida más austeras y modelos de consumo más
sostenibles.
Que, en la medida de
nuestras posibilidades, nos impliquemos también en la promoción de los más
pobres y desarrollemos, en coherencia con nuestros valores, iniciativas
conjuntas, trabajando en "red", con las empresas y otras
instituciones; apoyando, también con los recursos eclesiales, las finanzas
éticas, microcréditos y empresas de economía social.
Que la dificultad del
actual momento económico no nos impida escuchar el clamor de los pueblos más
pobres de la tierra y extender a ellos nuestra solidaridad y la cooperación
internacional y avanzar en su desarrollo integral.
Cultivar con esmero la
formación de la conciencia sociopolítica de los cristianos de modo que sean
consecuentes con su fe y hagan efectivo su compromiso de colaborar en la recta
ordenación de los asuntos económicos y sociales.
Vicente Jiménez Zamora
No hay comentarios:
Publicar un comentario