En las horas de Otoño, como
que todo recobra la calma, el centro de este cosmos.
La Creación tiene un adentro,
un seno en el que se alojan las mil semillas que son promesas de vida.
Todo cae al caer las hojas,
mientras regresa el árbol a su seno, a su raíz. Y el hombre a su ser, a su
latir secreto. Mientras hay como un derrumbe, como un desmoronamiento fuera,
una luz una hoguera se enciende en el adentro.
En esta hora del Otoño, la
Creación entra en un sueño y pasa horas y horas en la sombra, en la penumbra,
en la oscuridad, acurrucada en el secreto abrazo de la Madre Tierra. La vida
queda enterrada, sin mortaja que la disimule, y revivirá al calor de la
Primavera.
La palabra es como algo fijo,
como un cadáver en el diccionario y revivirá al calor del silencio.
La vida es como un silencio
otoñal, todo el árbol se vuelve otoño, se vuelve silencio. Es la Tierra
habitada por el silencio que alumbrará una palabra, una Primavera.
El Otoño evidencia de la
muerte y evidencia de la vida. El silencio evidencia del corazón, evidencia del
amor.
En el Otoño como que se apaga
la vida. Pero lo que sucede es que la vida se reúne y se congrega en el seno
del silencio para después renacer.
Vive la tierra el retiro de un
embarazo, del silencio y de la fecundidad. En este tiempo la tierra se deja
arar por la reja y se vuelve receptiva y acogedora. Es el Otoño una estación
preñada de energía y de vida.
La vida es presa de su
adentro, de su interioridad, de su seno.
El Otoño no es preferentemente
un asunto de climatología. El Otoño es sementera, es paciencia con cierta
impaciencia. Es despojo, desapego, transparencia, se caen las hojas y el bosque
se vuelve transparente. Cuando se caen las palabras, cuando se detienen los
deseos, cuando cesan las expectativas, el alma se vuelve transparente de la
trascendencia que le habita.
El Otoño todo es adentro. La
Primavera todo es afuera.
El silencio, una estación
recatada, austera. La Primavera es una exhibición espectacular, es un inmenso
grito de la Naturaleza.
Primero aprende a ser Otoño.
Después serás Primavera.
José Fernández MORATIEL.
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