VI Domingo de
Pascua
Evangelio de Juan
14, 15-21
En aquel tiempo
dijo Jesús a sus discípulos:
— Si me amáis,
guardareis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor que
esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede
recibirlo porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis porque
vive en vosotros y está con vosotros.
No os dejaré
desamparados, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me
veréis, y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy en
mi Padre, vosotros en mí y yo en vosotros. El que acepta mis mandamientos y los
guarda, ese me ama; al que me ama, lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y
me revelaré a él.
Hay dos
palabras que a nuestro modo de ver destacan en este evangelio. Son unidad y
amor.
“Yo
estoy en mi Padre, vosotros en mí y yo en vosotros”. Con esta frase se está
afirmando la unidad de nosotros y Dios. Jesús es la humanización de Dios y a
través de Él podemos ser capaces de entender que Dios y nosotros somos uno.
Porque Dios está en nosotros y nosotros en Él. ¿Cómo es posible esto? A través
de una dimensión que con nuestro cuerpo no somos capaces de ver pero sí de
imaginar.
La
segunda palabra es amor. Ese es el ingrediente esencial del que estamos hechos.
Dios es amor. Nosotros somos esencialmente amor. Porque participamos de la
naturaleza amorosa de Dios. Por eso es posible ser unidad: Dios y nosotros.
Esto nos
hace comprender que el amor auténtico es donación: entrega sin esperar nada a
cambio. Amor a todos. Sin excepción. Porque todos formamos unidad con Dios.
¡Qué
profundo es el evangelio! ¡Qué difícil llevarlo al día a día! Pero contamos con
Dios que sabe que nos cuesta.
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