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María, puedes ser para nosotros maestra de muchas cosas. De
confianza, de disponibilidad, de entrega, de servicio… pero hay un título que,
sin duda, se vuelve hoy muy necesario. Eres la Reina de la Paz. Si
aprendiésemos de ti, si fuéramos capaces de actuar, en la relación con Dios y
con los otros, a tu manera, seguramente el mundo sería un lugar mucho mejor.
Tú, que podrías haber reprochado a los discípulos su conducta, elegiste seguir
creyendo en ellos. Y les ayudaste a encontrar su lugar. Tú, que podrías haber sucumbido
al dolor, al fracaso, a la derrota, elegiste confortar a tu hijo en su hora más
sombría, sin renunciar a todo lo que, juntos, habíais creído. Tú, que podrías
haberte vuelto a casa, a rumiar tu tristeza, te quedaste, alentando a una
comunidad, para que siguiese viviendo desde el amor. A tu manera, un día, en el
mundo reinará la paz.
Y añadimos
Porque somos seres bondadosos, nacidos para la paz. El mundo
irá mejor si tu y yo hacemos por la paz. Deja a los demás. No te fijes tanto en
ellos. Es tu vida la que puedes dirigir. Hazlo hacia la paz. Desecha los egoísmos.
Sé una persona de paz. Los demás se darán cuenta. Y serás un ejemplo. Así serás
feliz. Sin esperar nada. Porque ya lo que tienes es lo mejor. Eres una persona
de paz. Como María.
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