Cuando estés cansado, cuando no quieras seguir, cuando no sepas cómo hacerlo no hagas nada. Deja que Él te acune. Deja que Él te diga. Déjale a Él.
¿De qué manera Dios nos ofrece descanso? Quizás
recordándonos que nos acoge y nos quiere tal y como somos. Recordándonos que
somos hijos, queridos, con nuestras luces y nuestras sombras. Que no siempre
podemos estar a la altura de nuestros sueños, ni de su evangelio. Sin
conformarnos con la mediocridad, pero sin exigirnos una perfección imposible e
inhumana. Saber bajar a veces los brazos, callar, dejarse ayudar y dejarse
arropar por otros brazos, por otras palabras, por otros ecos. Y entre esos
brazos, palabras y ecos, está sobre todo la voz y la caricia inmortal y eterna,
una voz que me sigue diciendo, siempre: no temas, que yo estoy contigo.
Y así está bien.
Y así está bien.
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