Ésta es una invitación
a una vida más jodida, pero más plena. Esto es un billete de vuelta a un mundo
mucho, pero que mucho mejor. Si tu intención es seguir leyéndome sin más, casi
que lo dejamos en esta línea. Porque es que no te va a gustar nada todo lo que
sigue, o igual no te disgusta, pero te incomoda. De verdad, no pasa nada, no
pierdas el tiempo ni me lo hagas perder a mí. Porque si sigues adelante, ten en
cuenta que hoy pienso darte una receta infalible para salirse de cualquier
gris. Y todo gracias, o mejor dicho por culpa, de una palabra, de un
imperativo, de una acción.
Comprométete. Deja de
decir y empieza a hacer. Sal de la contemplación y de palabras como las de este
texto y pasa directamente a la acción, mucho más sucia, dolorosa e imperfecta,
pero auténtica, de verdad. Un compromiso es el brazo armado de la intención. Es
tiempo transformado en dedicación. Es oponerse frontalmente a cualquier
inercia. Declararle la guerra a lo predestinado. Hacerle la vida imposible al
ya se verá.
Comprométete. Nada vale
la pena sin un compromiso que llevarse a la vida. Algún día medirás su
intensidad en la cantidad y calidad de tus compromisos. Y para entonces puede
que ya sea demasiado tarde. Un compromiso respira por el mismo sitio por donde
tú respiras. Así que si quieres que llegue vivo a mañana, comprométete, sí,
pero hazlo ya. Hoy. Now.
Comprométete. Busca una
causa, que es otra forma de decir enemigo, y ve a por él. Y si no buscas una,
sino muchas, mejor que mejor. Pueden ser grandes, inmensas e inabarcables, pero
también enemigos pequeños y cotidianos. Da lo mismo. Lo importante es que les
declares la guerra y pongas tu energía y tu talento al servicio de esa batalla.
Puede que hoy no ganes, vale, de acuerdo. Pero ni te imaginas lo que vas a
crecer por el camino. Si además consigues que el miedo no te pueda, jamás
estarás solo, y algún día, muchos, juntos, seréis indestructibles. Ha pasado
antes. Y volverá a pasar. Contigo o sin ti.
No prometas tanto y
comprométete. Estate dispuesto a equivocarte una y mil veces pero siempre en
esa misma dirección. Demuéstrale al fracaso que para ti es sólo un mero
trámite, un papeleo en tu camino hacia el éxito. Y cáete. Y vuélvete a caer.
Que si tu compromiso es lo suficientemente grande, no te hará falta ni ayuda para
levantarte.
Comprométete. Y
compromete a los demás. Mételes en el lío. En un compromiso, sí. Ellos son como
simpatizantes de UPyD, están deseando militar aunque aún no lo sepan. Buscan lo
mismo que tú, lo mismo que cualquier ser humano, muchísimas cosas que pueden
resumirse en dos: transformarse y trascenderse. Y necesitan a gente que tire,
que les haga creer, soñar y patrás ni pa tomar impulso. Como dijo el maestro
Yoda, hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes.
Ah, y no te preocupes
por cumplir. Cumplir es de flojos. Ya verás como el que se compromete no se
conforma con eso. El que se compromete va siempre a por nota, y no porque nadie
le obligue, le sale así. Su única nota posible es la que resuena con dos
bemoles, la que queda en el auditorio incluso cuando ya se ha apagado la luz.
Esta semana he tenido
la inmensa suerte de conversar con gente de todo tipo. Un expresidente del
gobierno en pleno acto de contrición literaria. Una monja dominica
contemplativa, revolucionaria y herética. Un cocinero de éxito venido a más. Y
lo único que se me ocurre es escribirte este mensaje para que te des prisa. Que
empieces tu compromiso enseguida.
Cuanto antes lo hagas,
antes te convertirás en quien realmente eres.
Y entonces, y sólo
entonces, te surgirá la única duda razonable del que se acaba de comprometer de
verdad.
Por qué tardaría tanto.
por Risto Mejide
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