Hemos leído en pastoral sj:
Decimos de María que es madre de Dios, y también que es madre
nuestra. Hay devoción, cercanía, oraciones en las que nos dirigimos a ella,
para que nos acerque a su hijo. Tal vez la vemos muy de los nuestros, en su
desvalimiento, en su valentía, en su incertidumbre y su apuesta radical. La
hemos visto acunando al niño en el pesebre. Guardando en su corazón lo que no
conseguía entender. Siguiéndole, en los caminos, como la primera de sus
discípulos. Y al pie de la cruz, con el corazón traspasado, pero firme. La
hemos sentido cercana, con los apóstoles en la hora de la espera, tal vez
alentando su confianza, diciéndoles: «No tengáis miedo», antes de que el mismo
resucitado se lo dijera. Necesitamos poner nuestra vida, a veces, en esas manos
que protegen, que acunan y que tranquilizan en medio de nuestras tormentas.
Y añadimos:
Porque María es madre.
Y por ello es entrega, es cercanía, es cariño, es comprensión, es amor.
María es sonrisa, es
bondad, es caricia, es donación, es madre.
Siempre nos ha
parecido de los nuestros. Por ello le llamamos “madre”. Porque está tan
pendiente de nosotros que sabe lo que nos pasa.
En este mes de mayo
María es la protagonista. Por eso la recordamos.
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