sábado, 16 de enero de 2016

HIJO DE DIOS

Burgos

¿Cómo es posible cambiarte?
¿cómo elegir a otro?
¿cómo es posible no amarte,
no amarte con todo el corazón?
¿cómo es posible no darte
la vida, el alma, la sangre,
Hijo de Dios, si no hay nada,
Hijo de Dios, si no hay nadie
más bello, más bueno, más grande?

Si no hay mayor amor,
si no hay libertad que desate
al hombre de sus cadenas
si no son tus manos de Padre,
si no hay existencia más plena,
si no hay más verdad que tu rostro,
si cualquier otro camino
no lleva a ninguna parte.

Hijo de Dios, Hijo de Dios, Hijo de Dios.

¿Cómo es posible, Señor,
cómo es posible cambiarte
por tu propia creación,
por el polvo y la energía,
por las estrellas distantes
que en el espacio te adoran,
por los ríos, por los bosques,
por las piedras inertes, las aves,
por todas las criaturas
que existen para alabarte,
por el todo que es la nada,
por el yo abismado en sí mismo
en un espejismo constante?

¿Cómo es posible. Señor,
si Tú eres Tres veces Santo,
si Tú todo lo creaste,
si Tú para ti le hiciste,
si Tú le hiciste a tu imagen,
si Tú habiéndote abandonado
no le abandonaste,
si Tú eres Dios hecho hombre,
si Tú eres Dios en la carne,
si Tú eres el fruto bendito
de aquella de quien no es digno el aire,
si Tú has hecho los milagros
que claman tu ser sin nombrarte,
si Tú moriste en la cruz
con cada muerte en la sangre
y en torrentes desmedidos
el mundo lavaste,
si sólo Tú, mi Señor, sólo Tu resucitaste,
vencedor de tu sepulcro
y de los sepulcros restantes,
de la noche y del dolor,
del vacío de Adán errante?

Apártense los hechiceros,
los magos, los nigromantes,
los falsos profetas, los agoreros,
los nefandos vates,
apártense de tu bendito pueblo,
los sabios, los entendidos
que son sólo ignorantes,
los lobos como corderos,
los demonios como ángeles
que arrebatan tus ovejas
y las pierden en los valles
donde, bajo las nubes, los buitres vuelan…

¡¿Y no hay nadie que vigile?
¿nadie que grite? ¿nadie?

¿Y no hay nadie que escuche
mi grito,
mi desgarrado grito,
mi grito de amor en la tarde?¡


Ángel García-Rayo Luengo.

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