lunes, 9 de diciembre de 2013

ADVIENTO: DESEO Y BÚSQUEDA DE DIOS

Un año  más estamos en el tiempo de adviento. Algo grande va a pasar y no podemos recibirlo de cualquier manera.  Es un tiempo de búsqueda, de deseo, de preguntas. Estamos ante el deseo de Dios y la búsqueda de ese mismo Dios.

El hombre siempre se ha preguntado por Dios. Ha tenido ese deseo de Dios. Ha estado ahí ese anhelo, esa mirada, esa pregunta. No siempre se ha identificado con Dios. Pero la pregunta ahí ha estado desde siempre: ¿dónde está Dios?, ¿cómo es Dios?, ¿existe Dios? A nivel personal no tengo dudas de ese Dios del amor. Este tiempo de adviento me recuerda que ya estás en el mundo, que sirven para muy poco los deseos que satisfacen un capricho o algo inmediato, que el deseo de Dios es el de la paz, el de la solidaridad, el de la generosidad. Y estos sí tienen mucho valor. Por eso, te necesito Señor. Ven a mí, Jesús.


Pero no basta el deseo. Por eso  busco, te busco a ti mi Dios.  En puentes, calles, casas, palabras, versos, personas, gestos, besos, abrazos, heridas, conversaciones, miedos; en tormentas y calmas, sueño y vigilia, de día o de noche. Ahí te busco y descubro que por ahí andas. Pero, sigo buscado y llego al silencio, a la meditación, a la contemplación, y ahí te encuentro, te siento, te palpo. Noto tu presencia. Estás dentro de mí. No hay que buscar fuera. Es aquí, en mi corazón, donde te encuentro. Por eso te veo en todos los encuentros, porque cada persona te lleva dentro. Jesús, mi Señor, pellízcame si no te siento. Jesús, mi Dios, tócame si paso y no te veo. Por eso, qué bien este tiempo de adviento. Para que me pellizques, para que me toques.

H y MN

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