Jordi Montero, neurofisiólogo,
experto en dolor.
Tengo 65 años. Barcelonés.
Divorciado, dos hijas, dos nietos. Me he jubilado del hospital Universitario de
Bellvitge. Trabajo en el Institut Dexeus y la clínica Tres Torres. La política
se ha convertido en una profesión, pero debería hacerse en la calle, mirando
alrededor. Soy agnóstico.
El “emocionólogo”
Es uno de los neurólogos que
más saben sobre el dolor en nuestro país, durante más de cuarenta años ha
combinado la docencia, la clínica y la investigación y ha sido uno de los
impulsores del Grupo de Estudio de Dolor Neuropático de la Sociedad Española de
Neurología. Resume su experiencia y conclusiones en Permiso para quejarse
(Ariel). Pertenece a ese pequeño grupo de médicos que reivindican el buen trato
y la calidad de tiempo con el paciente porque sabe que el dolor crónico está
relacionado con problemas emocionales y es el motivo del 80% de las consultas
de una unidad del dolor. “El siglo XXI es el siglo de las emociones, de las
neurociencias y de las mujeres; este es el gran cambio en el que estamos inmersos”.
Más de seis millones de
españoles sufren dolor crónico.
Sí, una de cada seis personas.
Y, a diferencia del dolor agudo, el crónico no tiene una causa física.
¿No hay nada objetivo que lo
produzca?
No, hasta ahora los médicos
decíamos: “tiene cuento”, “es histérico”. Pero gracias a las neurociencias
hemos podido observar que la actividad cerebral de las personas con dolor
crónico es idéntica a la del dolor agudo.
¿Por fin tienen permiso para
quejarse?
Sí, y su fuente son factores
emocionales. Al fin y al cabo las emociones son lo que nos gobierna, lo más
importante de nuestro cerebro.
¿Por encima de la razón?
Muy por encima. La razón,
decía Einstein, es la servidora de la emoción. Puede que hayas tenido un dolor
agudo y que cuando desaparezca la lesión continúes teniéndolo.
¿Emoción y memoria están
ligados?
Sí, por eso explicarle al
paciente por qué le duele hará que se encuentre mejor, y a partir de ahí hay
que ayudarle a cuidar sus emociones con movimiento, fisioterapia, caricias,
masajes.
¿Caricias?
La caricia es comunicación, y
tiene un efecto clarísimo sobre el dolor. El contacto táctil es necesario en el
animal. Si impides que la madre rata acaricie a sus crías, lo que hacen durante
horas, las crías mueren.
¿Y qué ocurre con los humanos?
Hay estudios que demuestran
que los bebés humanos que han tenido poco contacto con la madre tienen
problemas en el aprendizaje.
¿El movimiento ayuda a paliar
el dolor?
Sí, en la zona dolorida,
porque es antiálgico. El neurocientífico Ramachandran, un sabio, ha ideado algo
genial para las personas que tienen miembros fantasma.
Suelen doler.
Ramachandran engaña al
cerebro: si al paciente le falta el brazo derecho, le pone un espejo frente al
brazo izquierdo, le hace mover la mano mirando el espejo y el dolor se reduce.
El cerebro ve el brazo que le
falta.
Exacto. La mayoría de los
parapléjicos tienen dolor en las piernas y ahora los someten a realidad
virtual, se ven corriendo y mejoran. Rizzolatti, el neurólogo que desarrolló la
idea de las neuronas espejo, demostró que solo podemos entender algo si lo
imaginamos, si lo reproducimos en nuestra mente.
Complejo.
Cuando Messi chuta, los
cuádriceps de los espectadores se contraen en su cerebro. Cuando imagino el
movimiento, neurológicamente estoy haciendo el movimiento.
¿Por qué las mujeres padecen
más dolor crónico que los hombres?
La cultura tiene mucho que
ver; por ejemplo, la religión católica imbuida de culpa, el dolor como castigo
divino, es algo que, aunque seas agnóstico, está dentro de ti, y las mujeres en
este sentido han sido más castigadas. Por eso es tan necesario que los médicos
tengan tiempo para hablar con los pacientes y reflexionar sobre estos temas.
Necesitamos emocionólogos.
Buen término.
Es muy difícil vencer el dolor
crónico con la medicina convencional, debemos afrontarlo desde otro punto de
vista, más humanista y más cariñoso. Hay que ponerse en el lugar del paciente y
respetarle.
¿La migraña es emocional?
Los factores son emocionales y
cognitivos con cambios físicos reales.
¿Y los dolores de espalda?
Hemos prolongado nuestra
esperanza de vida. Tenemos un cerebro y un estilo de vida joven en una
estructura vieja, y eso crea desajuste.
¿Cómo evitar el dolor crónico?
No distorsionando nuestras
emociones. Frans De Waal se ha pasado años estudiando los bonobos, el animal
más cercano al Homo sapiens. Tienen fantásticas relaciones sociales: de
entrada, en vez de macho alfa tienen abuela alfa.
Lo resuelven todo con la
relación afectiva.
Sí, táctil y sexual, se besan,
se acarician, confían entre ellos, y no tienen conflictos.
¿Propone copiar su modelo?
Habría menos hipertensión
arterial y menos dolores de cabeza. Estamos en un cambio de era y hay que vivir
sin miedo a las emociones, clasificarlas, estudiarlas. Abordarlas desde la
ciencia.
Nos tocamos poco.
Yo pedí oficialmente que se
suprimieran las mesas de las consultas externas. Poder poner tu mano sobre la
mano de un paciente es decirle “yo no soy un peligro para ti y te voy a
ayudar”, y eso es magnífico contra el dolor crónico.
Hay que canalizar las emociones.
Hay que aplaudir cuando
alguien llora, cuando alguien siente. No debemos reprimir las emociones, porque
estamos expresando nuestra verdadera esencia. Reprimirlas es crearte problemas
en tus redes neuronales.
Nos queda un largo camino.
Los humanos, por ejemplo,
tenemos la esclerótica blanca, que nos permite ver los movimientos oculares del
otro, leerle y ponernos en su lugar. Es la forma más sofisticada de caricia.
Hay que poner las emociones en el centro de nuestras investigaciones, esta es
la revolución.
¿Una revolución pendiente?
Como no exijamos que los
médicos de familia tengan más tiempo para hablar con sus pacientes con dolor
crónico, los políticos no nos lo van a dar. Valoremos lo importante.
La Contra, de La Vanguardia, 2017
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