Tengo 55 años. Soy de
Barcelona. Soy médico, especialista en cuidados paliativos y acompañamiento
espiritual. Estoy casado y tengo tres hijos, Miquel (27), Carles (23) y Miriam
(19). ¿ Política? ¡Diálogo, siempre! ¿ Creencias? Soy cristiano. Prepárate a
bien morir... ¡y vivirás mejor!
“Estamos muriendo mal”
Destellos de luz
Piénsalo: vas a morir. La
principal cuestión de la filosofía es cómo vivir bien, lo que incluye bien
morir. El doctor Trallero, que vive con la muerte cada día, puede impartirnos
un máster acelerado de buena vida, cuya corona será una buena muerte. Leer su
recién publicado libro Destellos de luz en el camino (Libros de Vanguardia) es
una iluminación emanada de su docena de historias de acompañamiento a enfermos
terminales, casos de los que ha sido testigo como director médico de cuidados
paliativos del programa Suanity (www.suanity.com) y desde la Fundación Paliaclinic (www.fundacionpaliaclinic.com).
¿Qué hay más importante que bien morir tras vivir feliz?
¿A qué se dedica?
A hacer más llevadero a otros
seres humanos el camino hacia su destino final.
Enfermos terminales.
Intento paliar su sufrimiento,
ayudo a bien morir.
Se llama cuidados paliativos,
¿no?
Una especialidad en la que
deberían ser mínimamente formados todos los médicos.
¿No lo están?
Nos forman para evitar la
muerte..., ¡siendo inevitable que todos moriremos!
¿La medicina no acepta la
muerte?
Nadie. Y estamos muriendo mal,
no morimos bien, morimos amargados. Deberíamos morir felices, integrar la
muerte, vivirla bien: hasta el último segundo, todo es vida.
La medicina la alarga: eso
está bien.
Si es sin intervenciones
desproporcionadas, sin encarnizamiento terapéutico.
¿Y dónde está el límite?
Paliemos el dolor físico hasta
donde sea posible. Pero queda el dolor espiritual...
Qué raro oír hablar así a un
médico.
Morimos sufriendo por un
sufrimiento relacional, social, íntimo..., por incomunicación.
Explíquemelo.
El paciente terminal siempre
se pregunta: “¿Y ahora qué?”. Y si no puede paliar este desasosiego interior se
sentirá muy solo, sufrirá... y por eso tendrá una mala muerte.
¿Y cómo se palia ese
sufrimiento?
Con diálogo, con buena
comunicación con los médicos y con los familiares.
“Vas a morir”: ¿se lo dice
así?
El paciente tiene a derecho a
saber, pero también a no saber, si prefiere no saber.
¿Qué debe hacer el buen
médico, pues?
No mentir, pero dosificar la
verdad para ayudar a que sea asumida.
¿Dar plazos?
Sin sentenciar, dar horquillas
amplias de tiempo probable.
Todos tenemos tanto miedo a
morir...
Normal. Pero hay que atravesar
ese miedo: lo peor de morir no es morir, es morir mal.
¿Y qué es morir mal?
Darte cuenta demasiado tarde
de que te mueres... y de que ya no tienes tiempo para prepararte. ¡Así perdemos
todos!
Mejor morir sin darme
cuenta...
Eso no es bien morir.
¿Qué es bien morir?
Sin sufrimiento innecesario, y
pudiendo cerrar mi ciclo vital.
¿Cómo se cierra bien una vida?
Suelto lastre, hasta que el
globo se eleva. Sé que muero y me siento acompañado por el amor de los que amo:
puedo preguntar al médico, puedo hablar con los míos, comparto miedos y
confidencias, digo lo que tengo pendiente y necesito decir..., ¡y lloro! ¡Y
río!
Ante la muerte... ¿ríe?
Lo he visto en habitaciones de
terminales: ¡todos riendo! El humor libera, ¡gran aliado! Y el amor, el amor
¡es la medicina máxima!
A un niño que va a morir
¿conviene decírselo?
Sí, porque el niño ya lo
intuye, y vive un presente sin prejuicios: lo integra todo muchísimo mejor de
lo que suponemos los adultos.
¿Y también le decimos a un
niño que su madre está muriéndose?
Sí, con todo el tacto
necesario, pues ocultárselo sería incitarle a que imagine cosas aún peores que
la propia muerte, y a sentir que le hemos hurtado algo decisivo para su vida.
Solemos apartar a los niños
del familiar que muere, del abuelo que se ha muerto...
Pregúntale siempre al niño si
quiere ir al tanatorio, al funeral... ¿Tienes derecho tú a robarle la ocasión
de despedirse? ¿Vas a cargar con esa carencia para el resto de su vida?
Me parece muy importante lo
que está diciendo aquí, doctor.
Todos tenemos emociones y lo
más saludable es expresarlas sin tantos pudores. “No llores”, decimos al que
llora, ¡en vez de darle un pañuelo, abrazarle, acompañarle!
Quiero morir bien: aconséjeme.
Firma un documento de
voluntades anticipadas: detalla qué no quieres que la medicina te haga y qué
sí, y designa quién te representará cuando tú ya no puedas decidir. Y una vez
hecho esto, corre a comentar con familiares y amigos todo lo que has decidido.
¿Ahora? Aún no tengo previsto
morir.
¡Ahora, ahora! Es la clave:
piensa en esto ahora, reflexiona, anticípate, habla, comunícate, y reconcíliate
con esos cabos sueltos que tienes... ¡Y vivirás mejor, ya verás! Ah, y
prepárate para lo más duro: dejarte ayudar.
Sí, eso a mí me costará... ¿La
morfina me ayudará en el trance final?
La morfina es un analgésico
poderoso: si la dosis necesaria para calmar un dolor es alta, tiene efectos
sedativos. Si es muy alta, puede acelerar el final, sin ser es ese el objetivo.
¿Eutanasia?
No hay una buena muerte sin
aceptación. Es inexplicable fisiológicamente, pero he visto a personas con
enormes dosis de morfina... ¡seguir vivas, sufriendo, aferradas a algo!
¿Y cuál es su hipótesis,
doctor?
Que no pueden desprenderse de
esta vida si queda algo pendiente. Llega un hijo o cierta persona, y sólo
entonces se dan el permiso de morir. También he asistido a bonitos casamientos
en estos momentos... Y ya sin lastres, el globo de la vida se eleva en paz.
La Vanguardia
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