1 Entonces
fue conducido Jesús al desierto por el Espíritu, para que el diablo lo tentara. 2Ayunó
cuarenta días con sus noches y al final sintió hambre. 3 El
tentador se le acercó y le dijo:
- Si eres Hijo de Dios, di que
estas piedras se conviertan en panes.
4 Le
contestó:
- Está escrito: «No sólo de pan
vive el hombre, sino también de todo lo que diga Dios por su boca» (Dt 8,3).
5 Entonces
se lo llevó el diablo a la ciudad santa, lo puso en el alero del templo 6 y
le dijo:
- Si eres Hijo de Dios, tírate
abajo; porque está escrito: «A sus ángeles ha dado órdenes para que cuiden de
ti»; y también: «te llevarán en volandas, para que tu pie no tropiece con
piedras» (Sal 91,11-12).
7 Jesús le
repuso:
- También está escrito: «No
tentarás al Señor tu Dios» (Dt 6,16).
8 Todavía
lo llevó el diablo a un monte altísimo y le mostró todos los reinos del mundo
con su gloria, 9 diciéndole:
- Te daré todo eso si te postras
y me rindes homenaje.
10 Entonces
le replicó Jesús:
- Vete, Satanás, porque está
escrito: «Al Señor tu Dios rendirás homenaje y sólo a él prestarás servicio»
(Dt 6,13).
11 Entonces
lo dejó el diablo; en esto se acercaron unos ángeles y se pusieron a servirle.
El evangelio de este domingo
nos sitúa en la realidad de la vida. Esas tentaciones de Jesús son las
tentaciones que hay en el interior de cada uno. No es lo de fuera, es lo dentro
de cada uno los que nos puede hacer caer en alguna de esas tentaciones. El
placer, la vanagloria y el poder son realidades que están dentro de nosotros.
No es necesario que venga nadie de fuera a invitarnos o a empujarnos hacia
ellas. ¿Dónde está la clave? En tomar conciencia que puedo hacer el bien o el
mal. ¿Cuándo hago el bien? Cuando actúo conforme a mi ser esencial. ¿Qué es el
ser esencial? Aquello de lo que está hecho el hombre: el amor. No hay que confundirlo con el ego.
Piensa esto. ¿El placer, el
orgullo o el poder me hacen bien? No. Porque no llenan el yo esencial. Alimentan el ego. ¿Qué me
hace bien? Todo aquello que tenga que ver con la bondad, la cercanía, la
entrega, la sensibilidad, la escucha, la oración. Aunque cueste. Por eso el dinero, el poder y
el placer son sucedáneos que me nublan la vista y que dejan llevar por su falso
esplendor. Son comida del ego, que es lo inmediato y lo superficial.
Amigos de los equipos, las
tentaciones van unidos a la naturaleza del hombre. Jesús fue tentado. Adán cayó. Y nosotros
caemos. Toda la vida será una lucha permanente por acercarme al yo esencial de
amor, por salir de lo superficial del ego.
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