Bienvenida
la mañana,
con la clara luz de cada nuevo amanecer,
que me invita a despertar
a la belleza que me rodea
y aceptar la fragilidad y la esplendidez
humana,
a renacer bajo la transparencia del agua,
a mirar el mundo como recién nacido,
reavivando mi anhelo por vivir,
con pasión, agradecimiento y buen humor,
cada momento de la jornada.
Bienvenida
la tarde,
que me urge a acudir a la cita
para brindar solidaridad y ternura,
al descanso y el sosiego,
a la intimidad y al diálogo,
a contemplar el variado tornasol
y el sorprendente espectáculo
de cada crepúsculo,
a dejarme conmover
por la vulnerabilidad y la bondad
de tantos gestos, que me motiva
a seguir caminando, a ser más humano.
Bienvenida
la noche,
que me mueve a contemplar las estrellas
que un día existieron y aún iluminan mi vida
y a las que, radiantes, me impulsan hoy
a recrear otro universo,
a descubrir la poesía que me habita,
a cuidar con delicadeza y entusiasmo,
a dejarme emocionar por el silencio.
A escuchar cómo palpitan
los latidos de tantos vivos recuerdos
y a dejarme abrazar por el Mar,
que me mece con sus olas revestidas
de espuma y de sueños.
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