martes, 24 de enero de 2017

EL DIÁLOGO CON NUESTRO NIÑO INTERIOR




Sabemos que, cuando un problema del presente alcanza algún ribete de desproporción, por su intensidad o repetitividad, es muy probable que nos hallemos ante alguna herida o carencia infantil. Quien necesita ser alcanzado, en ese caso, no es el adulto que hoy somos, sino aquel niño que quedó olvidado en algún rincón de nuestro inconsciente, a quien tenemos que encontrar, acoger y reconocer. Tendremos que empezar por visualizarlodedicarle tiempo y hacernos cargo de él, acogiéndolo con una mirada bondadosa y un sentimiento de amordiciéndole lo que siempre necesitó escuchar: eso le devolverá la confianza y la seguridad que hambrea desde hace tiempo. Se trata, sin duda, de uno de los trabajos más eficaces de cara a crecer en integración psicológica.
Lo que, en todo caso, resulta evidente es que, sin el encuentro con el niño/a interior, no será posible lograr la integración psicológica. De cara a vivir ese encuentro, puede ayudar la siguiente práctica.

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PRÁCTICA PARA ENCONTRARNOS CON NUESTRO NIÑO INTERIOR

         El niño es pura necesidad. Y, básicamente, necesidad de sentirse reconocido. Y los cuatros cauces a través de los cuales le llega la respuesta son: el cuerpo, la mirada, el tiempo de calidad que se le dedica y la verbalización (la palabra verdadera y bondadosa que se le dirige). 
         Cuando el niño no recibió la respuesta adecuada, la seguirá demandando a través de malestares que se nos repiten, y que nos hacen caer en la cuenta de que es nuestro/a niño/a interior quien necesita ser encontrado y liberado. Hoy es el adulto que somos quien tiene que hacerse cargo de él para que, acogiéndolo, le permita sanar.

·         En un primer momento, el adulto/a que eres empieza visualizando al niño/a que fuiste (y que sigue vivo en ti hoy). Puedes ayudarte de tus recuerdos o incluso de alguna fotografía de la infancia o adolescencia. Tómate tiempo para visualizarlo/a detenidamente.
·         Acércate a tu niño/a interior y llámalo/a por su nombre.
·         Al visualizarlo, empieza por hacerte consciente de los sentimientos primeros que te despierta y, poco a poco, dedicándole tiempo, favorece que vaya creciendo en ti una mirada acogedora, hecha de bondad y de gozo por su vida, a la vez que un sentimiento de cariño vivo y sostenido.
·         Permanece en esa actitud todo el tiempo que sea necesario, envolviendo a tu niño/a interior en aquellos sentimientos positivos.
·         Háblale: hazle saber que él/ella no fue culpable de nada; “eres un niño/a vital, bueno/a, cariñoso/a, alegre, espontáneo/a, valioso/a…; tú no tuviste la culpa de nada; eres inocente”.
·         Y si es necesario, “abrázalo/a”, incluso físicamente, rodeando en un abrazo tu propio cuerpo, y sintiendo que es a él/ella a quien abrazas con amor.
·         No tengas prisa: los niños necesitan tiempo para tener la certeza de que se “está” con ellos…


·         En un segundo momento, ponte en la piel del niño y, desde ahí, déjate alcanzar por la mirada y los sentimientos que hoy te llegan. Notarás que, poco a poco, empieza a despertarse su vitalidad, alegría y bondad.

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