miércoles, 29 de junio de 2016

EL HERMANO ES TIERRA SAGRADA


 “Lo que hicisteis con uno de estos mis hermanos pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 40).

Me estremece esta palabra y me invita a entrar dentro de mí descalza para poder introducirme en la realidad de los demás con respeto sagrado. Calzado son, para mí, los prejuicios, juicios, exigencias…etc.

La Palabra me bautiza constantemente y me sacraliza, por eso me causo un profundo respeto: Soy tierra sagrada.

Al darme cuenta de esta realidad se me salen los zapatos de los pies para poder entrar en mi santuario interior descalza. Allí me espera el Señor Jesús para recordarme que lo que haga conmigo misma, con él lo hago, y con todos los hermanos.

¿Qué hago conmigo misma? Entro en mi aposento y pido al Señor luz para mí, transparencia ante él. Deseo verme por dentro para conocerme tal como soy; sin componendas y sin componentes, en verdad, con humildad, en pobreza. Sin disculparme, sin engañarme, porque es muy fácil que todo esto me suceda y no me de cuenta.

Profunda sinceridad, porque si me pongo ante mí con respeto y dejo que la LUZ me ilumine, además de verme yo, veo a Jesús que vive en mí y con él veo a todos los hermanos del mundo.

Solo puedo descalzarme ante los demás si soy yo misma y no pretendo ser otra persona, aunque sea mejor que yo.

Solo puedo descalzarme cuando siento mi pobreza de forma especial, y solo desde mi necesidad bañada en la transparencia de Jesús el Señor, que incesantemente se derrama sobre mi vida, se puede realizar este sacramento de amor y comunión.

Solo en pobreza puedo reconocer a los hermanos como tierra sagrada, en la que Dios ha plantado su misterio y florece y fructifica constantemente. “Lo coronaste de gloria y dignidad” (Sal 8).




Sor María de Gracia, O. S. H., Junio 1996

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