El pasado sábado, Francisco, nuestro querido consiliario, nos
habló de la misericordia y el año jubilar que estamos viviendo. Aclaró el
porqué de este año jubilar extraordinario dedicado a la bondad y la ternura de
Dios y para practicar las obras de misericordia.
En la bula de la convocatoria se nos recuerda que la misericordia
es “la viga maestra que sostiene la estructura de la Iglesia”, por lo que hemos
de cuidarla porque no existe Iglesia sin misericordia.
Después hizo un rápido resumen de la historia de los siglos XX y
XXI para poder entender la necesidad de este año jubilar. Son años de
capitalismos y comunismos férreos, guerras mundiales, campos de concentración,
terrorismos despiadados, desplazamientos forzados de población, terremotos… En
fin sucesos que nos desgarran y que necesitan de la mano misericordiosa de
Dios.
Juan XXIII ya nos recordó que la misericordia es el más bello nombre de Dios
y Juan Pablo II, que conoció en su
propia persona los problemas de los campos de concentración, terrorismo,
sufrimiento personal enorme…, tuvo como lema de su pontificado la misericordia
e incluso llegó a establecer el 2º domingo de Pascua como Domingo de la
misericordia.
Benedicto XVI nos recuerda que la misericordia pone límite al mal y dice en una
de sus encíclicas que para los remedios del mundo no hay que partir de la
justicia sino del amor.
Y por último el papa Francisco
escogió como frase de su episcopado: “mirándome con misericordia me eligió”.
Considera que vivimos en un mundo herido que ha perdido el sentido
del pecado y que considera que es un pecado incurable. Pero la misericordia es
la mano que nos levanta y nos salva.
Ni Jonás, ni el hermano del hijo pródigo querían que Dios les tendiera esa
mano a los descarriados, pero como hemos dicho antes o la Iglesia es
misericordiosa o no refleja el rostro de Dios. Incluso a los confesores les
pide que sean tiernos y acogedores y que el confesionario no sea un lugar de
tortura.
En definitiva, que se ve la mano del Espíritu en la idea del Papa
de dedicar este año jubilar extraordinario a la misericordia.
Muchas gracias a Francisco por sus palabras que han sido esa mano
que todos necesitamos para profundizar en nuestra vida de cristianos.
Isabel y Mateo
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