Segundo día
A pesar de todo, alrededor
de los veinticinco años, tras una serie de percepciones muy lúcidas, empecé a
entender con claridad que, en el nivel básico, la depresión que sufría era en
realidad la experiencia de mi profunda
resistencia a la vida. No es que experimentara algo ajeno a mí
llamado depresión. No es que algo llamado depresión me estuviera sucediendo. Lo
que experimentaba era mi propia guerra interior con la manera de ser las cosas
y, en la raíz de esa guerra, estaba mi propia ignorancia de quien era realmente.
Había dejado de ver la completud de la vida; había olvidado cuál era mi
verdadera naturaleza, e, indignado, me había lanzado a combatir la experiencia
presente. Incapaz de darme cuenta de quién era en realidad, e identificándome
por tanto como un “yo” separado, había entrado en guerra con el momento
presente.
La depresión estaba
enteramente relacionada con mi forma de ver el mundo: con los juicios que hacía
de él, las creencias que tenía de él, las exigencias que albergaba sobre cómo
debería de ser este momento. Por debajo de aquella tentativa de controlar mi
vida con el pensamiento, estaba el miedo a los desafíos, a las pérdidas y, en
última instancia, a la muerte. La resistencia que se oponía a la vida me llevó
a una depresión extrema, suicida…, pero todos
estamos desconectados de la integridad en mayor o menor medida, y el grado en
que nos desconectamos de la integridad es el grado en que sufrimos. Yo me había
desconectado de la vida totalmente, y el sufrimiento se hizo insoportable. Me
había convertido en un cadáver andante, pero no era la vida la culpable de
ello; inocentemente, lo había hecho yo, en
mi porfiada búsqueda de una integridad futura que nunca iba a llegar.
En la raíz de la depresión
estaba el sentimiento de que yo era una persona separada…, un yo individual,
una entidad desvinculada de la vida en sí y apartada de este momento. Y aquel
yo individual tenía que encontrar la manera de mantener, sostener y sustentar
algo llamado “mi vida”…, de orquestarlo, de hacer que tomara la dirección en la
que yo quería que fuera, de tener el control sobre ello. Eso es lo que me
habían enseñado desde muy niño, y eso es lo que el mundo me había estado
gritando: se
esperaba de mí que tomara las riendas de mi vida, que supiera lo
que quería y fuera capaz de lanzarme a conseguirlo. Los demás parecían saber
todos dónde estaban, qué hacían, adónde iban, y yo, en cambio, era incapaz de
sostener en pie el relato de mi vida sin que me cayera encima y me aplastara. La depresión fue la
experiencia de no ser capaz de mantener mi vida en pie y de sentir, como
consecuencia, que mi vida, literalmente, me deprimía.
En la actualidad, veo que
a todos
nos “deprime” (del latín premere,
“presionar”, y de,
“hacia abajo”) el peso de nuestras vidas, el peso de nuestra historia y de
nuestros futuros imaginados. En este sentido, puede decirse que ¡todos estamos
deprimidos en mayor o menor medida!, pese a que solo cuando el peso se vuelve
prácticamente imposible de acarrear nos atribuyamos el calificativo de
“deprimidos” y nos separemos de nosotros mismos y de los demás. Aunque no todos
suframos de depresión clínica, todos vamos por ahí cargados con un relato de
nosotros mismos que hemos ido elaborando, intentando hacer que nuestra vida
vaya por donde queremos que vaya. Y, en uno y otro nivel, todos fracasamos en
esa tentativa de ser quienes no somos.
Mi sufrimiento tomó forma
de depresión, angustia existencial, timidez enfermiza y total falta de
intimidad en mis relaciones. Pero todos sufrimos a nuestra manera; ahora bien,
o vemos en el sufrimiento un estado terrible que se ha de evitar a toda costa o
lo vemos por lo que realmente es: una señal muy clara que nos indica el camino
de vuelta a casa.
.....
Nota de la redacción.- Sabéis que Carlos Malillos, además de una persona entrañable, miembro de los Equipos de Valladolid, es escritor, novelista y poeta. La tarde de este martes día 23 de febrero, de 18 a 20 horas, en la Librería Pastor de la Plaza de Santo Domingo, firmará ejemplares de sus obras. Podéis pasar a saludarle y conocer su obra. Si pincháis aquí os lleva a su blog donde lo anuncia. Esta es su fotografía:
.....
Nota de la redacción.- Sabéis que Carlos Malillos, además de una persona entrañable, miembro de los Equipos de Valladolid, es escritor, novelista y poeta. La tarde de este martes día 23 de febrero, de 18 a 20 horas, en la Librería Pastor de la Plaza de Santo Domingo, firmará ejemplares de sus obras. Podéis pasar a saludarle y conocer su obra. Si pincháis aquí os lleva a su blog donde lo anuncia. Esta es su fotografía:
No hay comentarios:
Publicar un comentario