martes, 23 de junio de 2015

EL PRÓJIMO, SACRAMENTO DE CRISTO


 
Aula Magna Seminario Astorga, 1 mayo 2015, Día Región

Este año, como cada año, por la noche de la primera jornada de nuestro encuentro de Hogares Responsables (más de dos mil) se han reunido en pequeños grupos, en casa de los equipos parisienses, para cenar, hablar, conversar fraternalmente. Y este año, como cada año en el curso de la segunda jornada, me abordaron matrimonios que me hablaron con entusiasmo de su velada de la víspera. Uno de ellos me decía “Al llegar éramos todos desconocidos unos de otros; al marchar tenemos el sentimiento de ser parientes”.
¿Cómo explicar la extraordinaria “virtud” de estas reuniones entre miembros de los equipos? Le pido a san Pablo que responda. Sobre todo no dejéis de meditar los textos, tomados de sus epístolas, que voy a proponer a vuestra consideración. Hacen comprender que Cristo se da a nosotros no solamente de arriba abajo, quiero decir a través de la Jerarquía, los sacerdotes, los sacramentos, sino también a través de nuestros hermanos, horizontalmente. Esa es la experiencia que tiene lugar en nuestras reuniones; a través de los hermanos que oran con gran simplicidad, a través de los que nos dejan entrever su deseo de perfección y sus dificultades, por las alegrías y las penas que nos confían, el Cristo que habita en ellos se da a nosotros. Es porque en el gran Cuerpo Místico nosotros no somos solamente miembros de Cristo, sino más aun “miembros unos de otros” (Ef 4,25). Y tenemos necesidad de cada uno, cada uno es portador de una gracia para los demás, que es particular en él. “Y no puede el ojo decir a la mano: « ¡No te necesito!» Ni la cabeza a los pies: « ¡No os necesito!»… sino que todos los miembros se preocuparan lo mismo los unos de los otros”. (1 Co 12, 21-25).

Alguien me confiaba un día: “Para recibir voy a Cristo, para dar me vuelvo hacia el prójimo”. Le faltaba haber comprendido que Cristo quiere darse a nosotros por los demás, que los otros son sacramentos de Cristo para nosotros. El capellán de un campamento de estudiantes lo veía más acertado y me decía: “Por la mañana vienen para que yo les de a Cristo; durante la jornada soy yo quien va a ellos que, a su vez, me lo dan a través de su alegría, su amor fraternal, sus reflexiones en el curso de intercambios de puntos de vista. El Cristo que les he dado por la mañana me revierte, a través de ellos, de mil maneras a todo lo largo del día”
He aquí pues algunos pasajes de san Pablo que nos exponen las grandes leyes de la vida de equipo. Encontraréis en ellos consejos preciosos para vuestras reuniones mensuales, y también para vuestro hogar.

La palabra de Cristo habite en vosotros con toda su riqueza; instruíos y amonestaos con toda sabiduría… (Col 3, 16)

¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación, que nos consuela en toda tribulación nuestra para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios! (2 Co 1, 3-4)

Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras, sin abandonar nuestras asambleas, como algunos acostumbran hacerlo, antes bien, animándoos; tanto más, cuanto que veis que se acerca ya el Día. (Heb 10, 24-25)

  Hermanos, si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado. Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas y cumplid así la ley de Cristo  (Gal 6, 1-2)
Vosotros, hermanos, habéis sido llamados a la libertad; pero no toméis de esa libertad pretexto para la carne; antes al contrario, servíos unos a otros por amor. (Gal 5, 13)

En fin – a todo señor todo honor – dejemos la conclusión a san Pedro:

Que cada cual ponga al servicio de los demás la gracia que ha recibido, como buenos administradores de las diversas gracias de Dios (1 Pe 4,10)

(Publicado en LETTRE MENSUELLE DES EQUIPES NOTRE-DAME, Mars 1961,  XIV/6)

HENRI CAFFAREL



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