El verano está terminando y desde lugares muy distintos seguimos buscando a Dios. A veces parece que se nos oculta, no lo vemos, quizá ni siquiera sabemos buscarlo y por eso no lo encontramos. Y parece que ese Dios que tanto buscamos no viene.
En las nuevas localidades donde hemos buscado este verano sólo hemos encontrado personas, las que salieron a nuestro encuentro en el camino. Algunos pasaron deprisa a nuestro lado, otros dejaron algo suyo en nuestro interior, otros quizá tuvieron que cargar con nuestros problemas o preocupaciones.
Y nosotros, sin encontrar a Dios… Pero la vida seguía y comenzamos a intentar querer cada vez más a los que nos acompañaban, aunque a veces era costoso. Cada persona tenía sus características, sus gestos, su lenguaje y nos íbamos enamorando de todas esas características y entonces nos hemos dado cuenta que Dios estaba en ellos. Son la forma más cercana de Dios con la que podemos encontrarnos.
Entonces entendimos la frase tan bonita : “¿acaso no ardía mi corazón en cada etapa del camino?”. Porque todo lo que hemos vivido este verano es Dios que viene a nuestro encuentro. Él era todos los gestos, todas las caras, todos los lenguajes de los que nos rodeaban. Y nosotros sin reconocerlo…
Señor no te vayas aunque nosotros no te conozcamos, porque llegará el día en que te descubriremos. Y será un nuevo comienzo para nosotros.
Y al final del camino sólo nos preguntarán por el amor. Entonces podremos decir los nombres de tantas personas…..
Huellas
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