Este verano visitamos una necrópolis donde había numerosos
monumentos megalíticos. Cuando
llegamos allí nos encontramos con
un maestro jubilado que estaba plantando árboles, todos propios de la
zona, para que no se perdieran.
La idea nos gustó mucho y nos recordó una frase de Friedrich Schiller “…y nueva vida brota de
las ruinas”.
Entonces decidimos apadrinar un árbol en el que pusimos
nuestro nombre. En una ciudad de la muerte: necrópolis, surge nueva vida, árboles.
La necrópolis ha llegado a nosotros como una herencia
cultural y con todo lo anterior podríamos conseguir que adquiriera una nueva
vida.
Deberíamos hacer lo mismo en más zonas y así recuperar
árboles perdidos en lugares de monumentos que están semiabandonados.
En la foto aparece el maestro poniendo nuestro nombre en el
árbol.
Un abrazo
Huellas
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