lunes, 14 de septiembre de 2015

SUPE QUE MI PADRE SE MORÍA



Supe que mi padre se moría el día 11 de agosto de 2015 en el hospital, cuando el médico de planta, con voz airada y mirada fija en el ordenador - ¡cuándo algunos médicos aprenderán un poquito de inteligencia emocional!- nos dijo: “Tu padre no tiene solución. Su evolución será de mal en peor. Le quedan dos meses de vida”. Se equivocó en la forma y en el fondo, fueron 22 días, de los importantes en mi vida. En aquel momento me di cuenta de que mi padre era un desahuciado para la ciencia y que por ahí no habría que buscar alternativa alguna.

Supe que mi padre se moría cuando él , como una letanía agradable, nos recordaba con sus frases cortas, sinceras y elocuentes: “mi vida está acabada”, “estoy en la parrilla de salida y ocupo el primer lugar”.

-          ¿Cómo te ves, papá?, le preguntábamos uno de sus hijos antes de la despedida.
-          Lo veo oscuro, mejor, claro. Eso, lo veo muy claro. Mi vida se está terminando.

Tenía una consciencia elevada del momento que estaba viviendo, una consciencia serena y amorosa. Lo aceptaba sin oponer resistencia alguna, como esos seres grandes que se entregan con total confianza al devenir de los acontecimientos y se dejan llevar. Era una entrega total, sincera, pacífica.

Supe que mi padre se moría cuando por su habitación de casa – fue un regalo grande de la vida el que a mi padre le dieran el alta en el hospital día 24 de agosto y el que mi madre y nosotros sus hijos le acogiéramos en su casa para morir, dejándonos conducir por la propia sabiduría de la vida- fuimos pasando sus cuatro hijos y sus cinco nietos despidiéndose de forma lenta y pausada, sin prisas, cada uno poniendo según su forma de ser, palabras o silencios. Todos con gestos claros de amor y de ternura. Sobre todo mi madre: “Gracias, amor. ¡Adiós, compañero!”. A mi padre esta situación le llenaba de gratitud y acentuaba su bondad y su sabiduría. Que así fue.. Mi padre no fue un hombre letrado ni especialmente inteligente, pero murió siendo un sabio, dotado de un conocimiento  y una claridad más allá de cualquier manual o doctorado.

Supe que mi padre se moría cuando 48 horas antes de irse nos dijo: “Soy un moribundo en busca de la eternidad”, y entonces una mosca se posó en su cara, en sus ojos cerrados, en su nariz y él ya no hacía nada, ya ni siquiera le molestaba.  Yo la cogí entre mis manos y le dije con rabia que se fuera. Parece ser que todos tenemos hasta el fin de nuestros días algo que nos molesta, que nos jode, que nos impide despedirnos del todo y decir ¡hola! a lo nuevo. Creo que a mi padre le costaba dejar a mi madre sola y enferma. Eso era lo único que le retenía.
Supe que mi padre se moría el día 2 de septiembre, a las 9,57 horas, el mismo día en que una de sus nietas cumplía 24 años, cuando dejó de respirar y a su gente nos dejó con una experiencia grandiosa que recordaremos para siempre. Seguro que cada persona la hemos vivido de una forma distinta, pero en todos con paz y serenidad.

Es difícil olvidar cuando en el cementerio de la ciudad nos abrieron la caja en la que descansaban sus restos para el reconocimiento último, antes de la incineración, y una de sus nietas exclamó con total seguridad:

-          Este no es el abuelito, es ya un muñeco.
-          Solo es la carcasa, dijo uno de los mayores.

Supe que mi padre se moría pero que no se moría, que era solo un cambio, una transformación, que se había convertido en la luz, la energía y el amor que ya era desde siempre, porque nada se termina, todo renace, todo es vida y simplemente vuelve a la vida.
Aunque alguno crea que todo esto es una exageración o una idealización y que la familia entera se ha trastornado, mi padre está más vivo que nunca. Esto no es una creencia o algo que otros nos han dicho desde siglos, es una experiencia que va más allá de cualquier religión o dogma. O lo sientes o no lo sientes. No hay más.

Nunca olvidaré sus ojos claros, grandes, abiertos como lunas en la noche, despertando de una aparente inconsciencia o tal vez en un estado de supra consciencia, diciéndome:

-          Valen, tengo la sensación de que me estoy yendo para la otra vida.
-          Vete en paz, papá, vete feliz. Nosotros también nos quedaremos en paz y felices.

Valentín Turrado


Hemos querido compartir este testimonio en el blog porque, a pesar del desgarro que es la muerte, aceptarla como la ha aceptado mi padre y morir perdonando y pidiendo el perdón de todos, sabiendo que Dios le estaba llevando a su regazo, nos llena de esperanza. Creer en Dios es poner toda la confianza en Él. Mi padre, en esos momentos, se entregó en paz al Dios de la Vida. Este testimonio de uno de mis hermanos, es solo una pincelada de unos momentos muy intensos que vivimos en esos días con mi padre y nunca olvidaremos Por eso lo compartimos. Porque sabemos que la VIDA ha empezado definitivamente para Él. Amar es lo más grande. En esos momentos se nota de una manera muy intensa.


 Herminio y Mª Nieves


5 comentarios:

  1. Que descanse en Paz en los brazos del Padre que seguro ya lo ha acogido. Y para vosotros el testimonio de nuestro cariño y nuestra cercanía.

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  3. Un verdadero testimonio cristiano

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  4. Esto es un HÁGASE TU VOLUNTAD

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  5. Que el Señor consuele a su familia mientras esperamos Resurrección

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