lunes, 10 de agosto de 2015

PAZ Y BIEN





Para el que sabe ver
siempre habrá al final del laberinto
de la vida
una puerta de oro.

Si la atraviesas hallarás un patio
con musgo, empedrado,
y en él dos cedros opulentos con
sus pájaros dormidos.
(No encontrarás ya aquí la música de Orfeo
sino solo silencio.)
Cruza el patio, verás luego otra puerta.
Ábrela.
Ya dentro, en la penumbra,
verás un muro
y, en él, unas palabras muy borrosas
de cuya sencillez brota una luz
que, lenta, pasa a ti y te devuelve
al fin la libertad, la plenitud de ser:
“Sean siempre alabadas
las palabras dulcísimas
que sanan: paz y bien”.

Después, ya en la soledad profunda,
verás que te hallas frente a otra puerta
que aún no puedes abrir
porque no es el momento:
lo que quizás te lleve a otro laberinto,
al laberinto último, invisible.
¿De él habrá salida?

(Solo queda esperar,
esperar al amparo seguro
de las letras borrosas
que sanan).


Antonio Colinas

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